Fernando Larenas
Editor General
La semana que termina hoy debió ser una de las más prolíficas dentro de la historia de la música académica porque llenó todas las expectativas que se tenían sobre la Orquesta Juvenil de las Américas (YOA por sus siglas en inglés).
La Fundación Filarmónica Casa de la Música fue la anfitriona de este acontecimiento cultural que no se repite con frecuencia, pero que obedece a una premisa de una de las fundadoras, Gi Neustatter: “Difundir la música manteniendo la calidad artística, brindando un espacio a los músicos del país y del extranjero para que promuevan actividades que eduquen y formen buenos oyentes, motivando en los niños y jóvenes el deseo de desarrollarse musicalmente”.
Frase sumamente acertada para justificar la presencia de la YOA, integrada por 80 músicos, de entre 18 y 30 años de edad, procedentes de 20 países latinoamericanos, Estados Unidos y Canadá. El consejero artístico de esta orquesta es Plácido Domingo.
Los conciertos de la YOA, el lunes y el viernes, no fueron solamente presentaciones musicales. Toda la semana, denominada presencial, estuvo acompañada por programas de audiciones musicales, conferencias, charlas técnicas y hasta grabaciones profesionales de música académica.
El lunes fue deslumbrante con la dirección del mexicano Carlos Miguel Prieto. Bajo su batuta fue interpretada la Sinfonía India, compuesta en 1936 por su compatriota Carlos Chávez, fundador de la Orquesta Sinfónica de México. Uno de los más aplaudidos fue el clarinetista José Franch-Ballester, solista del Concierto para clarinete, piano, arpa y orquesta del estadounidense Aaron Copland.
Prieto explicó cada una de las obras presentadas y se dio tiempo para improvisar, fuera de libreto o repertorio, piezas musicales que deleitaron al público durante la primera jornada de la YOA.
La orquesta se apreció en todo su esplendor durante la magnífica ejecución de la primera sinfonía de Johannes Brahms (1833-1897). La fuerza musical y el acoplamiento de todos los instrumentos merecieron el reconocimiento del público que, además, disfrutó al final del concierto de un mambo, que forma parte de las Danzas sinfónicas West Side Story compuestas por Leonard Bernstein (1918-1990).
Es que Bernstein abrió el programa del viernes, tan grandioso como el del lunes, y esta vez bajo la batuta de Dante Anzolini, un argentino que dirigió por primera vez una orquesta cuando tenía 18 años de edad.
Difícil decidir qué fue mejor, pero lo que sí se puede aseverar es que el viernes quedará en la memoria de los ecuatorianos toda la versatilidad de la YOA. Tras Bernstein vino el estreno latinoamericano del Concierto para violonchelo y orquesta de Philip Glass, uno de los más renombrados compositores contemporáneos.
A su estilo se lo conoce como minimalista, pero él siempre prefirió que a su música se la califique como de “estructuras repetitivas”. Compositor de óperas, conciertos y sinfonías, Glass ha creado música para películas que han sido nominadas a los premios Oscar de la Academia cinematográfica.
Con la YOA también se estrenó en el país la Sinfonía 4 de Gustav Mahler (1860-1911), otro de los grandes genios de la música clásica. En el mismo escenario, que el viernes estuvo repleto, se habían estrenado anteriormente otras sinfonías de Mahler.
La Casa de la Música abrió sus puertas hace cinco años. La celebración no podía ser mejor. Hay más, el viernes 13 se presenta por primera vez en nuestro país el gran director judío-argentino Daniel Barenboim, quien dirige la West-Eastern Divan Orchestra.
Y qué repertorio. Tres sinfonías de Beethoven, la 1, 4 y 8. Buen motivo para celebrar.