Iba a convertirse en el sueño de verano de Adolf Hitler pero se truncó con la llegada de la II Guerra Mundial y acabó siendo hospital, centro de refugiados y durante la extinta República Democrática Alemana (RDA), cuartel militar. Desde hoy, el coloso Prora, en la idílica isla alemana de Rügen, es un albergue juvenil de dimensiones casi desconocidas.
Un gigantesco complejo de más de cinco kilómetros de longitud se yergue en primera línea de playa frente al mar Báltico, en el norte de Alemania. Bloques y más bloques de imponente arquitectura nazi. Todos iguales, macizos, funcionales. Miles de ventanas miran al mar más amado por los alemanes.
Hitler quería que todos los ciudadanos pudieran pasar al menos 15 días de vacaciones al año en la playa. Con ese fin, en 1936 ideó un proyecto que había de ser desarrollado por la organización “Kraft durch Freude” (fuerza a través de la alegría), creada para elevar la calidad de vida de los alemanes. Vacaciones a precios irrisorios a cambio de un poquito de propaganda.
Hasta 20 000 personas podrían pasar unos días de descanso en el coloso Prora. Tendrían habitaciones sencillas, piscinas, salas de fiesta, incluso un cine y restaurantes. Pero gran parte del proyecto del arquitecto afín al régimen Clemens Kotz nunca se llegó a materializar.
La llegada de la II Guerra Mundial en 1939, apenas tres años después del inicio de las obras, lo detuvo cuando solo estaban construidos los ocho bloques de habitaciones. En seguida se empezó a utilizar como centro de adiestramiento para ayudantes de la temida Luftwaffe y para batallones policiales. Después, como tantos miles de edificios de todo el país, tuvo que pasar a ser un improvisado hospital y finalmente, refugio para todos los que huían de los territorios del Este.
En 1945, con el fin de la contienda, los rusos lo siguieron usando para amparar a los deportados, pero se llevaron piezas en concepto de reparaciones de guerra. Hasta 1953 fue propiedad del Ejército Rojo, que dinamitó algunas dependencias. Y el mismo ejemplo siguió la desaparecida RDA, que hasta 1956 lo empleó como cuartel militar y policial e internó a unos 10.000 soldados, pero continuó tirando abajo bloques.
En la década de los 80 alojó en él a oficiales de países amigos del régimen, como Angola o Mozambique. Pero con la reunificación en 1990, el complejo pasó al olvido. La nueva Alemania lo usó sólo hasta 1992 y desde entonces, una inmensa y sobrecogedora ruina se extendió a orillas del Báltico. Festivales, acciones juveniles internacionales, visitas guiadas, un importante centro de documentación…
Hasta hoy, nada había logrado sacar del letargo a este edificio herido de muerte por la historia. “Hoy se abre un nuevo capítulo en la vida de Prora”, subrayó durante la inauguración la ministra de Asuntos Sociales del estado federado de Mecklemburgo-Antepommerania, Manuela Schwesig. “La vida regresa a estos muros grises y amenazados con el derrumbre”.
Devolver la vida a una parte mínima del complejo -un bloque que pasa a ser sin embargo el albergue más grande de ese estado federado y uno de los mayores de Alemania- le ha costado a la isla de Rügen casi 16,5 millones de euros (casi 24 millones de dólares). De los ocho bloques iniciales sólo quedan cinco en pie. Además del convertido en albergue, otros tres bloques fueron adquiridos por inversores privados entre 2004 y 2006, pero aún no han sido remodelados. Y sobre el último existe ya una oferta de compra.
La gobernadora de la isla de Rügen, Kerstin Kassner, aseguró hoy que se harán todos los esfuerzos para que este símbolo de la guerra, la barbarie y la división alemana no se relacione más con el nazismo. “Haremos todo para que no llegue ningún ideario oscuro”, prometió. “Nuestro lema es: color en vez de oscuridad”, explicó por su parte el director del albergue juvenil, Dennis Brosse, que espera atraer con él al turismo internacional, actualmente por debajo del cinco por ciento del total de la popular isla. Según sus cálculos, las cifras de visitantes aumentarán en cuanto se haya construido el proyectado centro educativo junto al edificio, desde el que se ofrecerán visitas guiadas y seminarios. Pero eso será dentro de dos años y siguen faltando fondos para levantarlo.
El nuevo albergue tiene 96 habitaciones y 402 camas. Ya no queda nada libre este verano (boreal) y los responsables aseguran que se han hecho muchas reservas hasta el 2013.