El Gobierno de Túnez endurece las medidas para frenar el coronavirus e insta a los ciudadanos a aportar recursos para hacer frente a la pandemia, dada la crítica situación económica que atraviesa el país. Foto: EFE
Los tunecinos recurren a rogativas a Alá y visitan los herbolarios en busca de fórmulas milagrosas para luchar contra el coronavirus, mientras que el Gobierno, más prosaico y acorralado por la aguda crisis económica que padece el país, ha comenzado a pedir donativos a los ciudadanos para frenar el impacto del covid-19.
En una medida sin precedentes cercanos, el Ministerio tunecino de Finanzas anunció este domingo 15 de marzo la creación de un fondo voluntario dedicado a “combatir el coronavirus y reducir las repercusiones económicas del mismo”.
El departamento instó a los ciudadanos a “aportar los recursos que puedan” para hacer frente a una pandemia de la que hasta la fecha solo ha confirmado 20 contagios y que ha vaciado hoteles, playas y zonas monumentales, principal fuente económica de Túnez.
Para Jihene Baihadra, responsable del restaurante El Ali, situado en la turística medina de la capital, ahora desierta, “existen dos tipos de personas: los alarmistas y los escépticos, aquí no tenemos punto intermedio.
Nosotros tratamos de atraer a los segundos pero tomando precauciones, como desinfectar cada hora el local y limpiar a fondo cada vez que una mesa se libera”. A pesar de ello, asegura, la clientela ha bajado un 10% en tan sólo una semana.
Con cerca de ocho millones de visitantes anuales, el turismo es la principal actividad económica de un país que adolece de un tejido industrial frágil, carece de materias primas más allá de los fosfatos y tiene en el paro estructural y en la corrupción sistémica su talón de Aquiles.
Sacudido por la cadena de atentados yihadistas que en 2015 segaron la vida de 72 personas, 60 de ellas viajeros extranjeros, el Turismo había comenzado a recuperarse en 2019 con la llegada masiva de ciudadanos argelinos y chinos, hasta asomarse a cifras previas a la revolución de 2011.
Sin embargo, el virus y las medidas adoptadas por el gobierno para aislar el territorio nacional y eludir así un contagio masivo que colapsaría su endeble sistema de salud han supuesto una puñalada para un sector que tira del paro y del anquilosado sistema económico.
El primer ministro tunecino, Elyes Fakhfekh, reveló recientemente que las consecuencias de esta pandemia podrían costar el 0,5% del PIB mientras que la tasa de crecimiento para 2020 no superará el 1%.
Ante esta perspectiva, el Gobierno, en funciones desde hace apenas tres semanas, debe convencer al Fondo Monetario Internacional (FMI) para desbloquear el último tramo del préstamo por un valor de USD 1 200 millones .
Túnez ha vetado los viajes desde Italia y ha restringido los vuelos a España, Francia, Alemania y el Reino Unido, entre otros países, y mañana decidirá si cierra el espacio aéreo, como hizo hoy, 16 de marzo, la vecina Argelia.
Además, ha impuesto una cuarentena obligatoria de quince días, bajo pena de cárcel a quien no cumpla con la reclusión, y ha ordenado el cierre de cafeterías y restaurantes a partir de las 16:00.
“El Gobierno no debe contentarse con medidas parciales. La situación exige un aislamiento a nivel nacional durante dos semanas y sacar al Ejército a la calle para que se respete porque muchos no se lo están tomando en serio”, critica Sophiane, director de recursos humanos en una clínica privada de la ciudad.
Mientras tanto, el sector hotelero contiene la respiración a la espera de nuevas medidas, todavía más restrictivas, que deberán ser anunciadas en las próximas horas.
“Contamos con un total de 450 plazas hoteleras disponibles; durante la temporada baja como ahora solemos tener unas cien, pero en este momento sólo se hospedan unos 40 clientes, de los cuales la mayoría ha tenido que cumplir la cuarentena. Hasta ahora únicamente vemos salir a los turistas, pero no llegar”, explica Mehdi Bari, responsable de reservas del hotel “Palace”, en la ciudad costera de Mahdia.
A pocas semanas del arranque de la temporada turística, se lamenta, “nadie sabe qué va a pasar. Tampoco los teleoperadores saben decirnos, pero se prevé la anulación de al menos el 90% de los viajes. Incluso los turistas locales ya no vienen, la gente tiene miedo“.
Las restricciones, las noticias -alarmantes en muchas ocasiones- y el miedo sostenido en una información a veces deficiente han desatado también la superchería en la población, que ha comenzado a recurrir a “remedios naturales” para combatir a un enemigo que no ve.
Uno de los productos más demandados en mercados y herboristerías es el ajo, considerado un potenciador del sistema inmunitario y cuyo precio ha alcanzado los 25 dinares el kilo, cerca de 8 euros.
Pero también el tomillo, el jengibre y la moringa que son “buenos para la inmunidad y para combatir los virus“, dicen los herbolarios de la Medina, los únicos que tienen mucho trabajo y afluencia de público estos días en el centro histórico.
Cerradas las mezquitas -una medida sin parangón- el mufti ha cambiado las rogativas en favor de la lluvia -la sequía amenazaba la cosecha de oliva, otro de los pilares de la economía– por rezos contra el virus. Eso sí, cada uno desde su casa.