Brasil encara una nueva ola de la covid-19, en medio del avance de la variante ómicron, que ha cuadriplicado los casos en una semana y cuyo impacto real se desconoce por la falta de testeo y los problemas informáticos para el recuento de los datos.
Los positivos en Brasil, uno de los más azotados por la pandemia del mundo, se han disparado desde los 56 881 notificados entre el 26 diciembre y el 1 de enero hasta los 208 018 de la última semana, según el Consejo Nacional de Secretarios de Salud (Conass).
La explosión de infectados con covid-19 coincide además con brotes de influenza del virus H3N2 que han puesto contra las cuerdas a los sistemas de atención primaria de grandes ciudades del país, como Sao Paulo y Río de Janeiro.
Sin embargo, las muertes se mantienen en un nivel estable, sobre las 100 diarias, y el incremento abrupto de casos no está presionando, por el momento, las unidades de cuidados intensivos.
“Hacía mucho tiempo que no veíamos tanto diagnóstico positivo. Es un número muy grande, aunque no se ha reflejado en un aumento expresivo de ingresos”, explicó a EFE el infectólogo Marcelo Daher, médico del Hospital de Urgencias de Anápolis (estado de Goiás, centro) y consultor de la Sociedad Brasileña de Infectología.
Daher espera un incremento mucho mayor de contagios en las próximas semanas en un país profundamente golpeado por la pandemia, con casi 620 000 muertes y 22,5 millones de casos.
Ómicron se expande a oscuras
Detrás de esta nueva ola, que apenas empezó a notarse tras las fiestas navideñas, está la diseminación de la variante ómicron, detectada en primer lugar en Sudáfrica el 25 de noviembre y, según estudios preliminares, mucho más transmisible, pero menos letal.
A Brasil llegó cinco días después y en un mes se ha convertido en la variante dominante sin que los brasileños se dieran cuenta.
Ello debido a que el 10 de diciembre los sistemas del Ministerio de Salud sufrieron un supuesto ataque hacker que dejó a oscuras el seguimiento de la pandemia.
Durante el último mes, estados, municipios y laboratorios no han podido registrar con normalidad los datos de contagios y muertes.
Sólo a partir de esta semana las plataformas han empezado a funcionar correctamente, aunque todavía enfrentan dificultades.
“Lo que vemos en el día a día no se está reflejando en los datos divulgados”, indicó Daher.
En una nota remitida a EFE, el Ministerio de Salud afirmó que las plataformas “ya fueron restablecidas”, pero reconoció que “los datos lanzados desde el 10 de diciembre” hasta el restablecimiento del servicio “aún no constan” en las mismas.
Menos test
A ese apagón de estadísticas se suma la falta de testeo. Encontrar una prueba de diagnóstico en las farmacias de Sao Paulo es casi misión imposible.
Según una información del portal Metrópoles, el Ministerio de Salud redujo a la mitad la distribución de test para los estados y municipios entre noviembre y diciembre, desde los 5,7 millones a los 2,7 millones.
En este marco, los alcaldes de 2 100 ciudades brasileñas solicitaron ayuda al Gobierno del presidente Jair Bolsonaro, quien insiste en negar la gravedad de la pandemia, para adquirir test rápidos y reforzar la atención primaria.
Bolsonaro sigue con su campaña antivacuna
Por su parte, Bolsonaro continúa con su cruzada contra la vacunación anticovid de los niños de entre 5 y 11 años, autorizada por la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (Anvisa) el pasado 16 de diciembre y sólo liberada por el Gobierno 20 días después.
El mandatario, quien se enorgullece de no haberse vacunado, puso en duda la neutralidad de Anvisa e insinuó que se guió por sus propios intereses al dar luz verde a la inmunización infantil.
“¿Cuál es el interés de Anvisa? ¿Cuál es el interés de aquellas personas taradas por la vacuna?”, cuestionó el gobernante en una entrevista a un medio local.
La tensión se elevó este sábado con la respuesta del director de Anvisa, Antonio Barra Torres, en una carta abierta dura e inusual en la que invitó al jefe de Estado a denunciar cualquier indicio de irregularidad o, de lo contrario, retractarse públicamente.
Pese al negacionismo de Bolsonaro, la población brasileña, que se estima en 213 millones de personas, ha abrazado la vacuna sin rechistar. Un 75 % ha recibido la primera dosis y un 67 % tiene ya la pauta completa.