Son testigos centenarios de la historia madrileña. Las calles y plazas del centro de la capital española fueron cómplices del levantamiento de su pueblo contra la ocupación francesa. Ocurrió el 2 de mayo de 1808. Y estalló frente al intento de Napoleón de trasladar lo poco que quedaba de la monarquía española a su país. Es la mayor gesta histórica de Madrid y una de las más importantes de la Península
El 2 de mayo marcó el inicio de la Guerra de la Independencia Española (1808-1814).
El mérito de esta lucha fue la rebeldía espontánea de un pueblo que no estaba dispuesto a soportar la invasión extranjera. Esto llevó a las clases populares a enfrentarse al poderoso ejército francés. Se armaron con lo que pudieron: aceite hirviendo, piedras o ladrillos. Desde las ventanas de las casas se lanzaban objetos rudimentarios al paso de las tropas francesas, pertrechadas con bayonetas.
En el Palacio Real fue el detonante. Napoleón había logrado enviar a Bayona a Fernando VII y Carlos IV y estaba a punto de sacar al resto de la realeza. Estalló el levantamiento popular.
Hoy la familia real ya no habita la enorme pieza de piedra, convertida en museo y oficinas. El Palacio y la Plaza de Oriente son de los puntos más turísticos de la capital, animados por la música de artistas callejeros que tocan desde trova cubana hasta Bach.
Los enfrentamientos se extendieron por las calles del centro de Madrid. La Puerta del Sol fue un punto neurálgico de aquel 2 de mayo. Ayer escenario de la batalla y hoy mayor punto de referencia de la ciudad. Si hay que quedar en algún sitio para encontrarse será en el Oso y el Madroño, escultura de bronce y piedra, símbolo de la ciudad de los gatos.
Los turistas no sólo quieren conocer las maravillas arquitectónicas y culturales de la tierra de Quevedo, sino el “Corte Inglés de Sol”, sitio obligado del ‘turisteo’ latino y europeo. La sede de la Comunidad de Madrid (Gobierno regional) con su famoso reloj que indica cuando acaban y empiezan los años también está en el Km 0. Sí, en la Puerta del Sol nacen todas las carreteras.
‘Guiris’ (anglosajones), artistas informales, vendedores de lotería, quiosqueros y delincuentes, hombres-anuncio, vagabundos, compradores compulsivos y ‘chaperos’ (prostitutos), son parte de la megadiversidad de la Puerta del Sol y sus calles. Montera, Carrera de San Jerónimo, Mayor, Arenal. “Cualquier cosa que te imagines que puede pasar, ha pasado aquí en Sol”, dice con una sonrisa la quiosquera Mercedes León. “Yo he visto de todo porque este es el lugar más transitado de la ciudad”, añade. Tiene 56 años y un hijo y no le convence la nueva remodelación. “Al pobre Oso le mueven de un lado a otro”, explica en referencia al traslado de la escultura a otra zona de la plaza.
En Montera está Juan Alberto Villegas, ecuatoriano ex camarero, hoy hombre-anuncio. Gana su sueldo por vestir un chaleco de ‘compro oro’ y atraer clientela. Ocho horas de trabajo a la intemperie por un mejor salario que atendiendo mesas. Pese a que su lugar de trabajo es un foco de prostitución femenina, cree que es un sitio tranquilo “porque hay una comisaría en medio de todo”. Dice que respiró con alivio cuando no prosperó la iniciativa del alcalde Alberto Ruiz-Gallardón de prohibir su trabajo por considerarlo “vejatorio”. “Yo no lo veo así, es un empleo digno”.
Arriba está Fuencarral. Lugar de compras y encuentro de la ‘juventud alternativa’. Calvin Klein, Diesel o Levi’s compiten por clientela con el barcelonés Custo o el famoso mercado de Fuencarral, donde se exponen los diseños de ropa más ‘underground’.
La calle es parte del barrio Malasaña, zona emblemática del 2 de mayo de 1808. En la plaza del 2 de Mayo se encuentra el monumento que recuerda a los militares Daoíz y Velarde, los únicos que se levantaron junto al pueblo madrileño, al rebelarse a órdenes superiores. Malasaña es sinónimo de cultura alternativa.
Los bares de conciertos se cuentan por cientos. Las tribus urbanas confluyen allí y la plaza da cabida al famoso botellón (beber en la calle), odiado por vecinos y aclamado por los jóvenes.
De regreso al centro, la Plaza Mayor. Allí murieron una decena de héroes. Se estima que en total 400 madrileños fallecieron en la revuelta, que apenas duró unas horas. Hoy, la plaza la redondean restaurantes y comercios dirigidos especialmente al turismo extranjero. En verano es sede de eventos culturales de acceso libre, como zarzuelas y conciertos.
El fin de nuestra travesía nos lleva a Príncipe Pío, la zona más asociada con el levantamiento gracias a una obra inmortal de Goya. ‘Los fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío’ muestra la escena de un fusilamiento. Los rostros de horror de los ajusticiados, los cadáveres en el suelo y el claroscuro del lienzo otorgan enorme dramatismo a la obra. Lo que es hoy Príncipe Pío dista mucho de ese trágico suceso. Un gran centro comercial emerge en la zona junto a las estaciones de metro y tren.