Los cinco años de Benedicto XVI como cabeza de la Iglesia Católica han estado marcados por una serie de polémicas declaraciones, tensas relaciones con otras fe y, más apremiante, los escándalos de sacerdotes pederastas que han opacado su pontificado.
Elegido a la edad de 78 años, Benedicto XVI fue el cardenal más viejo en llegar a ser elegido papa en los últimos tres siglos. Desde el comienzo se reconoció que tendría una tarea difícil sucediendo a Juan Pablo II, uno de los pontífices más populares de la historia con un exitoso y largo papado.Una de sus cualidades, sin embargo, era que proyectaba mucha humildad, dijo a BBC Mundo Gerard O’Connell, corresponsal en Roma del semanario católico británico The Universe.
“El impacto inmediato fue de una persona sorprendida, energizada, que veía su papel no como una persona que impondría la ley sino que buscaba el camino de Dios para la Iglesia”.
Aunque no cuenta con el carisma de Juan Pablo II, tiene una gran claridad en sus enseñanzas y prédicas. Según el corresponsal de The Universe, este ha sido el factor de mayor estabilidad durante sus cinco años.
“Su enseñaza es muy profunda, concisa y precisa. Y ha buscado comunicar la importancia de expresar la fe cristiana a través del raciocinio”, expresó O’Connell.
“Para el Papa es muy importante en este mundo moderno -en el que la gente está influenciada por opiniones y pasiones- que la fe y la razón no sean excluyentes”.
Pero otra constante del Papa, agrega O’Connell, es que no le presta mucha atención cuando los ojos y oídos del mundo están centrados en él a través de los medios de comunicación.
Sus palabras, muchas veces dirigidas a estudiantes universitarios o un público entendido, resultan ser malinterpretadas por los medios.
Poco más de un año después de su elección, en septiembre de 2006, vino la primera gran crisis con una furiosa reacción por parte del mundo musulmán tras un discurso papal en Alemania.
Benedicto XVI, cuyo nombre es Joseph Ratzinger, pareció dar a entender que endosaba las observaciones de un emperador cristiano del siglo XIV (Manuel II de Constantinopla) quien dijo que el profeta Mahoma solo había traído violencia al mundo.
En un comunicado público el Papa Benedicto XVI, de origen alemán, se disculpó de que las declaraciones hubiesen sido malinterpretadas y, desde entonces, ha realizado una serie de acciones para restaurar la buena relación con los musulmanes.
Golpe a la autoridad moral
La más reciente visita polémica del Sumo Pontífice fue el año pasado, al convertirse en el primer papa en entrar en la Mezquita de la Roca, en Jerusalén, uno de los sitios más sagrados del Islam.
Durante esa misma visita, el jerarca de la Iglesia Católica oró frente al Muro de los Lamentos, a su vez un sitio de profunda relevancia religiosa para los judíos y condenó el antisemitismo en forma contundente e inequívoca.
Aunque el gesto complació, algunos israelíes esperaban que también se disculpara por haber revocado la excomunión de un arzobispo católico (Richard Williamson) que era un reconocido negador del Holocausto.
La situación se exacerbó en diciembre cuando el Papa tomó medidas para acelerar la beatificación del Pío XII, cuya gestión durante la Segunda Guerra Mundial es considerada por críticos como hostil hacia los judíos.
Todos estos enfrentamientos los ha podido resolver Benedicto XVI de una u otra manera, pero la crisis de los abusos sexuales contra menores por parte de sacerdotes es algo que no ha podido sacudir. Ese escándalo sumergió a la Iglesia Católica en una de sus crisis más serias de los últimos años.
El escándalo no solo ha afectado la autoridad moral de la Iglesia sino la propia imagen internacional del Papa.
Al Pontífice se le quiere responsabilizar de haber encubierto a los curas acusados de abusos sexuales en varios países, entre ellos Alemania y Estados Unidos.
Grupos le han solicitado la dimisión y amenazado con una campaña para ser procesado por crímenes contra la humanidad.
Lo lamentable, desde el punto de vista del Vaticano, es que esta crisis amenace con dividir el cristianismo cuando la agenda del Papa fue, desde un inicio, la unidad de la fe.
Gerard O’Connell indica que Benedicto XVI quiere hacer todo lo posible para vencer esas divisiones. “Es por eso que abordó a los lefebristas -los disidentes tradicionalistas de la Iglesia Católica- para revertir la división que ocurrió durante el papado Juan Pablo II”.
Otro importante tema impulsado por el actual Jefe de la Iglesia Católica que no puede pasar inadvertido, según O’Connell, es su lucha contra la pobreza y a favor de la justicia social.
“Cuando se reunió con los obispos latinoamericanos en Brasil en 2007 fue contundente al respecto, diciendo que la pobreza es un ‘escándalo’”.
Por encima de todo, sin embargo, ha sido su contacto con la juventud. “Tiene la capacidad de conectarse con la gente joven”, recalca O’Connell. “Exhorta a la juventud a no temer ir contra la corriente, ni desafiar las ideas establecidas”. Su mensaje central, concluye el analista del Vaticano es que “la fe no se trata de prohibición, sino de la alegría de descubrir el amor de Dios. Este mensaje de júbilo y alegría es el predominante desde que fue elegido papa”.