Un supermercado en Bad Honnef, cerca de Bonn, Alemania. Foto: Reuters
En la terraza del Zen Kitchen de Berlín hay poco bullicio. Solo algunos clientes se reúnen en este restaurante de la capital de Alemania, uno de los países menos afectados en Europa por la epidemia de nuevo coronavirus y uno de los primeros que levantó el confinamiento.
“Hemos recuperado apenas entre el 20% y el 30% de nuestras clientela desde la reapertura del restaurante”, declara Vu, jefe de este pequeño establecimiento asiático cerca de la famosa avenida Unter Den Linden, en el centro de Berlín.
Alemania es uno de los países de Europa menos afectados por la covid-19, ha sido de los primeros en levantar las medidas de confinamiento y uno de los que más dinero ha desembolsado para apoyar su economía. La convalecencia de este paciente “modelo” es observada con lupa en el resto del continente.
Y el resultado es moderado: cerca de dos meses después del inicio del desconfinamiento, el país sigue funcionando a medio gas, y el sector de la gastronomía es solo la punta del iceberg.
El gobierno de Angela Merkel espera un regreso del crecimiento “después de la pausa estival” y “como muy tarde a partir de octubre”, indicó el ministro de Economía, Peter Atmaier, en el diario Bild del domingo 5 de julio del 2020.
Misma perspectiva para el desempleo, que continuará creciendo a un nivel récord hasta octubre, antes “de bajar de nuevo a partir de noviembre”, según el ministro.
A unos kilómetros del restaurante asiático, el centro histórico de San Nicolás y su laberinto de calles, habitualmente recorrida por turistas y curiosos, también está casi vacío.
“Nuestro volumen de negocio sigue en caída libre”, estima Sylke Oehler, propietaria del café restaurante Alte Zicke.
“Situación dramática”
“La situación es dramática”, resume la federación profesional alemana de hostelería y restauración DEHOGA.
Los restaurantes alemanes esperan de media una caída del 60% de su facturación en un año para el mes de junio.
“Cierto, los clientes vuelven pero muy muy lentamente”, suspira Sahin Ciftci, propietario de la pizzería Zeuss del concurrido barrio de moda de Friedrichshain.
“La gente sigue teniendo miedo de instalarse en el interior”, añade, de pie en medio de su establecimiento aún vacío cuando es casi mediodía.
Distancia física, registro de clientes, medidas de higiene: se han añadido nuevos costes.
Como resultado, el sector teme una oleada de quiebras sin precedente. “Sin un nuevo apoyo del Estado, cerca de 70 000 empresas están al borde de la ruina”, dijo la federación.
A mediados de junio, el gobierno alemán introdujo una ayuda financiera específica para este sector.
Pero “hay que abrir las ayudas a todos los restaurantes”, afirma el presidente de la organización, Guido Zollick.
El gobierno cuenta con bajar el impuesto al valor añadido, del 7% al 5% hasta el 31 de diciembre de 2020, para hacer volver a los clientes a los comercios.
“Corona-cakes”
Pero numerosos profesionales cuenta sobre todo con la vuelta de los turistas durante las vacaciones de verano y la reapertura progresiva de las fronteras a los ciudadanos de otros países de la Unión Europea y de otros países externos al bloque.
A dos pasos de la Puerta de Brandeburgo, monumento emblemático de la capital alemana, viajeros, esencialmente europeos, se arremolinan en el vestíbulo del prestigioso hotel Adlon.
“La recuperación está aquí. Es lenta, pero continua”, asegura Sebastien Riewe, el director de ventas de este hotel de lujo que data de hace más de un siglo.
Detrás del mostrador de su café restaurante, mucho más modesto, Sylke Oehler comparte esta esperanza: “Los turistas van a venir pronto, seguro”, opina.
Por el momento, intenta como puede atraer a la clientela local. “He hecho folletos, hablé en la radio, e incluso cociné nuevas tartas a las que he llamado corona-cakes”.