Los personajes del cine y la TV copan las calles del suroeste. Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO
Freddie Mercury tiene su escenario en la 15 y Alcedo, en pleno suburbio guayaquileño. Un taller de mecánica fue el camerino donde el rockero -de 6 metros de altura- tomó forma con caña y cartón. Desde ese mismo taller suena a todo volumen el repertorio de la banda británica Queen.
Por estos días, Richard Carpio y otros vecinos de este popular sector del suroeste han hecho posible que los visitantes compartan tarima con este gigante de la música por unos segundos. “Cada año elegimos a personajes de los años ochenta, de nuestra juventud”.
Detrás de los monigotes gigantes que invaden el Suburbio en esta época hay historias que unen al barrio y a las familias. Mucho antes de diciembre llegan a un consenso para definir ideas (generalmente de personajes del cine o la TV) y darles una forma descomunal.
Freddie Mercury tiene su escenario en la 15 y Alcedo, en pleno suburbio guayaquileño. Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO
Para los hermanos Mauricio y Jorge Figueroa crear monigotes de gran tamaño es una costumbre que empezó hace más de 20 años. “Somos pioneros. Nosotros no solo pensamos en formar algo con papel y pintura. El éxito está en los detalles”, dice Mauricio.
Ellos eligieron la película animada ‘Coco’ para crear una escenografía al pie de su casa, en la 16 y Ayacucho. A más del material tradicional usaron telas para darle mayor realismo.
La historia de los gigantes comenzó hace 24 años, cuando Wálter Cedeño y sus amigos de barrio hicieron uno de casi 12 metros. “Empezó como un juego y se ha convertido en un circuito turístico”, dice el ahora presidente de la Asociación de Pioneros de Monigotes Gigantes de Guayaquil.
35 años viejos colosales son parte de la ruta que impulsa la Empresa Municipal de Turismo. Hasta el 12 de enero, estas esculturas darán vida y color a las parroquias Febres Cordero, Urdaneta y Letamendi.
“En esa parte de la 15 siempre hacemos superhéroes”, cuenta Adolfo Alvarado. Una semana atrás, este joven artista marcaba los detalles al monumental guante de Thanos. La mano ocupaba casi toda una esquina de Capitán Nájera. El rostro del villano de Avengers parece arrancado de la pantalla. “Para hacer gigantes no hay escuela. Se aprende en la calle”.
El monigote, como tradición, data de la época de la Colonia. La guía turística del Cabildo recopila relatos de historiadores, que hablan de grotescos muñecos que eran colgados en las plazas e incendiados durante las fiestas religiosas.
Otros rememoran los ataques de fiebre amarilla que soportó Guayaquil en 1800 y los atados de prendas de los difuntos que eran quemados para ahuyentar a la peste y la desesperanza. Con el tiempo, la ropa fue rellenada con viruta y paja, para quemar los males del año.
En la emblemática calle 6 de Marzo, Wilson Morocho y sus amigos de cuadra siguen armando los viejos de aserrín, ropa usada y caretas de cartón, como lo hacen desde hace 25 años. “Estos son el recuerdo de la infancia, los que demoran en quemarse”, dice entre risas.
Esta vía es el epicentro de la tradición. Por estos días las veredas desde Huancavilca hacia el sur están copadas por monigotes de todos los tamaños y todos los precios (desde USD 2 hasta más de USD 300). En los talleres y balcones, las familias de artesanos no dejan de empapelar y pintar.
Julio Buñay ha crecido entre monigotes. Recuerda que era un niño cuando veía a su padre armar muñecos con madera y periódico. Ahora ha tomado la posta en el taller, donde cada año empiezan a moldear figuras desde junio. “Este trabajo es mi vida”, dice convencido.
El monigote de La Monja se encuentra en las calles Balzar y Alcedo. Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO
Cerca, un aerógrafo tiñe de azul una de las 100 creaciones de Vicente Marino y su hijo Ismael. Él ha hecho viejos por 18 años, casi siempre estrellas del fútbol local e internacional. Afuera de su factoría es posible ver juntos a Lionel Messi, Cristiano Ronaldo y Luis Suárez.
Héroes y princesas, políticos y caricaturas son parte de los personajes más populares.
Pero José Salas, tecnólogo en Artes Visuales, ha encontrado en la confección de monigotes una galería al aire libre para transmitir la historia del arte. Este año montó La noche estrellada, un diseño en papel y cartón con el que intenta reproducir las pinceladas al óleo de Vincent Van Gogh. “Trato de cuidar los detalles para que puedan reconocer la obra”. La estructura tiene 5 metros de alto por 7 m de ancho y cuelga del cerramiento de su vivienda, en Medardo Ángel Silva, entre la 15 y la 16.
En la parroquia Febres Cordero es posible toparse con gigantes en cada esquina. La barriada colabora con la mano de obra, también con cartones, pintura, alambre, papel. Incluso algunos son auspiciados por talleres de autos del sector.
Confeccionar uno de estos gigantescos monigotes puede costar desde USD 500 hasta 1 000. Parte de esa inversión se recupera cobrando entre USD 0,50 y 1 por fotografía.
El horror es el género que David Sarmiento plasma en sus obras desde el 2003. El miércoles aún daba forma a un enorme Chucky con overol jean y camisa a rayas, que daba la espalda a La Monja, otro terrorífico personaje del cine.
La cabeza del muñeco, tallada con cicatrices y cabello rojizo, es lo primero que moldean. Para el cuerpo es necesario armar un esqueleto. Sarmiento mantiene la tradicional caña, aunque ahora predominan las estructuras metálicas. Luego se empapela y se sella con pintura, aunque las recientes lluvias han obligado a estos artesanos a usar fibra de vidrio para evitar el rápido deterioro.