El barrio San Juan de Chillogallo está ubicado a 3 450 metros sobre el nivel del mar. Foto: Alfredo Lagla/ EL COMERCIO.
Algunos de los vecinos del lugar creen que en su barrio la lluvia cae con más intensidad. Otros, en cambio, sostienen que esa idea es exagerada. Pero Gonzalo Ontaneda, coordinador de Estudios de Investigación Meteorológicas del Inamhi, lo confirma: Quito tiene un barrio con el más alto índice de precipitaciones.
Se trata de San Juan de Chillogallo, ubicado a 3 450 metros sobre el nivel del mar, en una zona donde el viento sopla despiadado, el frío es cortante y la lluvia intensa es casi permanente en la temporada invernal.
Ontaneda explica que ese sector, en la zona montañosa del suroccidente de Quito, recibe las masas húmedas de la Amazonía, las cuales se condensan (por el frío) conforme avanzan hacia la cordillera y se precipitan con fuerza.
María Masabanda (no sabe cuántos años tiene), una de las primeras habitantes del sector, saluda con afán y una sonrisa, sentada en la puerta de su cuarto de piso de tierra dura, envuelta con un pañolón. EL COMERCIO la visitó el miércoles 22 de abril del 2015. En la calle no hay más habitantes. Todo luce vacío. “Están trabajando en el campo”, responde doña María, adulta mayor que vive en la zona “desde guambrita, desde cuando me dedicaba a la costura y a buscar carbón en la zona de La Victoria”.
La mujer no escucha muy bien y la conversación resulta difícil. Así que Rafael Laso, dirigente del barrio, completa que el sector se constituyó antes de 1 940. Desde aquel tiempo suman 30 familias, todas dedicadas a la agricultura y ganadería. Desde hace unos años allí también se impulsa el agro turismo.
De acuerdo con el Inamhi, el barrio quiteño ha registrado récords históricos de máximas precipitaciones. Por ejemplo, en enero de 1972 se produjeron 147,2 milímetros de agua por metro cuadrado en el lapso de 24 horas, mientras que en mayo del 2002 se reportó una intensidad de 123 milímetros por metro cuadrado.
Los valores son altísimos. Según Ontaneda, un promedio de lluvia de 25 o 30 milímetros de agua por metro cuadrado no reviste mayor problema de deslaves o crecidas de río. Más de esa cantidad ya implica riesgos en un día.
El campo en San Juan de Chillogallo está deforestado; el agua va lavando la tierra y se producen deslaves. Se ubica en la parte más extrema del suroccidente de Quito, por el camino antiguo a Santo Domingo de los Tsáchilas.
Los meses de marzo y abril son los más lluviosos. Las aguas caen de día y de noche, sin pausa. Laso recuerda que hace tres años hubo tanta agua que los desprendimientos de tierra bloquearon el camino y “no sabíamos por dónde sacar la leche. No hay otro camino para salir; hubo que echar el producto a la quebrada”.
Según las estadísticas del Inamhi, en marzo del 2012 en la zona se registró un récord de precipitación: 888,9 milímetros de agua por metro cuadrado. Este año, el temporal también ha sido implacable; hace un mes hubo 15 días seguidos, de día y de noche, de lluvia, solo con leves pausas, recuerda Laso.
Esos temporales preocupan a las familias del lugar, pues hasta los animales se enferman de neumonía (se combate con antibióticos) o mal de altura (no hay cura y el animal muere porque el corazón se inflama). Y en los cultivos la lancha arrasa la producción de papa y mellocos.
Ontaneda confiesa que hasta antes del año 2000 se tenía una distribución conocida de la época lluviosa. Iniciaba en octubre y terminaba en mayo, con dos veranillos de 15 días: para Difuntos (veranillo de las almas) y para Navidad (veranillo de El Niño).
Esto ha cambiado totalmente, ahora hay -precisa Ontaneda- veranillos permanentes: llueve tres días y deja de llover otros tantos. Esto está trastocando las actividades agrícolas.
Ante esas variaciones, a los vecinos de San Juan de Chillogallo solo les queda, como dice Laso, encomendarse a su santo patrono que lo festejan a mediados de junio. Lo hacen con todo el boato: priostes, vacas locas y bandas de pueblo. Esos días de jolgorio los viven intensamente y esperan que este año lleguen sin lluvias.