En la era Trump hubo deportaciones de inmigrantes, como también antes con el demócrata Barack Obama, pero ninguna que hiciera colapsar la frontera. Foto: EFE
México pudo evitar el huracán de los primeros seis meses de Donald Trump: no hubo deportaciones masivas ni muro ni ruina económica, el peso está más fuerte y la calificadora Standard & Poor’s le levantó el pulgar.
Un respiro. Cuando Trump ganó la Presidencia de Estados Unidos, el país vecino se estremeció. El discurso antimexicano del magnate hacía presagiar lo peor. Vinieron y vendrán todavía sobresaltos, pero ya no se espera una debacle.
Falta un capítulo importante: la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Nafta), cuya primera ronda se celebrará del 16 al 20 de agosto de 2017 y será una nueva fuente de volatilidad. Trump amenazó al principio con abandonar el pacto, pero ha suavizado su postura.
La prestigiosa calificadora S&P mejoró el martes 18 la perspectiva de la deuda de largo plazo del Gobierno mexicano, al pasarla de negativa a estable. “Es una ratificación de que tenemos fundamentos macroeconómicos sólidos, que la economía va bien, pero sobre todo que hemos sido muy resistentes, hemos sido muy fuertes ante tantos embates, sobre todo externos”, dijo hoy la subsecretaria de Hacienda Vanessa Rubio, en una entrevista televisiva.
De acuerdo con el Gobierno mexicano, los mercados ya asimilaron el efecto Trump luego de “sobrerreaccionar” al principio. No obstante, se espera todavía una “montaña rusa” hasta que concluya la revisión del Nafta (TLCAN, en español), según el ministro de Economía, Ildefonso Guajardo.
En la semana de la toma de posesión de Trump el 20 de enero, el dólar se disparó a 21,9 pesos en el mercado interbancario, su cotización máxima. El 3 de mayo, semanas antes de su nominación como candidato republicano, se pagaban 17,5 pesos por dólar.
Ahora es como si ni siquiera lo hubieran nominado, en términos del mercado de divisas. El dólar está otra vez en los 17,5 y podría seguir bajando. El curso que tomen las negociaciones del Nafta será decisivo. En otros frentes, las cosas tampoco se ven tan malas para México.
Aunque Trump siguió diciendo que hará pagar a México por el muro que quiere construir en la frontera, algo que el Gobierno mexicano descarta de manera tajante, no dio ningún paso concreto.
Por lo pronto, dijo que no será necesario construir un muro en toda la frontera de 3 150 kilómetros, sino sólo en menos de la mitad porque hay también barreras naturales. Y señaló que el muro podría autofinanciarse en parte con paneles solares. “Estamos pensando en construir el muro como un muro solar. De esta forma, México tendrá que pagar mucho menos dinero. Tiene sentido, ¿no?’, dijo en junio en un mitin.
El Gobierno de México ni comentó la idea. En la era Trump hubo deportaciones de inmigrantes, como también antes con el demócrata Barack Obama, pero ninguna que hiciera colapsar la frontera. Tampoco se expulsó a México, como se había insinuado, a los centroamericanos que estuvieran en espera de la revisión de sus casos.
En cambio, México y Estados Unidos siguieron trabajando en temas de lucha contra el crimen organizado, copresidieron juntos en Miami una cumbre sobre desarrollo y seguridad en Centroamérica y están hablando de profundizar la cooperación energética.
Como dice una frase muchas veces repetida: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”. Lo mismo le pasa a Estados Unidos: no le queda más remedio que convivir con su vecino. “Iba a poner fin al Nafta en dos o tres días a partir de ahora”, dijo Trump en abril.”(Pero) decidí que, más que poner fin a Nafta, algo que sería un shock bastante grande para el sistema, vamos a renegociar”.
Seis meses después de Trump, el diálogo entre México y Estados Unidos sigue siendo fluido.