Por Esteban Ávila, enviado a Lima
En Lima no hay emoción. Apenas morbo. El morbo de saber qué tan bajo puede seguir cayendo su equipo, el único del premundial que no ha ganado un solo partido, el dueño absoluto de la cola y también, el único que no tiene opciones ni siquiera matemáticas de llegar a Sudáfrica.
“Pero no todo es malo”, cree mi colega Gino Muñoz de diario Depor. “Por último, esto ha servido para una renovación a la fuerza”, citándome los casos de Johan Fano, Carlos Zambrano y otros jugadores jóvenes que no estuvieran en la Selección, si es que los consagrados no hubieran sido sancionados por el célebre caso de indisciplina grupal de noviembre del 2008, donde cayeron Pizarro, Acasiete, Farfán, Mendoza y otros.
La cobertura de la Selección peruana es gris, en honor al cielo invernal de Lima. No se nota ilusión ni en cronistas ni en jugadores, a quienes la bronca por salir de esta situación incómoda es su mayor motivación, aunque a veces hay el agregado de chocar con rivales clásicos como Ecuador o Chile.
Solo hay caras largas, alguna broma de circunstancia y algunos jugadores que prefieren pasar de largo, sin aceptar la invitación del periodismo.
Es la cara de la derrota, la expresión más patente de la orfandad.