Redacción Judicial
judicial@elcomercio.com
El teniente coronel José Hidalgo Obando aún espera que el Mando autorice su pedido de disponibilidad voluntaria (renuncia), interpuesto el 5 de marzo de 2009.
El material detectado
Entre las evidencias encontradas durante febrero y abril en las bases de las FARC había unos 70 libros, cartas, manuales doctrinarios y reglamentos. Tres de los libros tenían dedicatorias a Raúl Reyes, mientras otros aparecían con párrafos subrayados.
Todo el material estaba en perfectas condiciones. A estos documentos –según el análisis posterior de la evidencia- tenían acceso exclusivamente personas de alto nivel, en este caso de la Comisión Internacional y el secretariado de las FARC.
El cuaderno de Tasé fue recabado por la Fiscalía para ser comparado con otro documento entregado por el Gobierno a fines de julio pasado. La caligrafía es muy similar.
El nombre de Hidalgo salió a la palestra pública luego de que a inicios de abril pasado este Diario revelara que él estuvo al frente de una patrulla que en marzo de 2007 se encontró cara a cara con guerrilleros de las FARC.
El 25 de agosto, el oficial compareció a rendir su versión en la Fiscalía, donde detalló la forma en que ocurrió ese encuentro. Este Diario accedió a una extensa documentación, que incluye el juicio que se inició en contra de Hidalgo el 16 de abril de 2007, por supuestas infracciones contra la existencia y seguridad de las FF.AA.
Además, su versión en la Fiscalía, así como los informes sobre los patrullajes que entre febrero y abril encabezó el oficial en Santa Rosa y las minas de Tasé, en Sucumbíos. Luego de la revisión, se pudo establecer que Hidalgo y su tropa se encontraron inesperadamente en dos ocasiones con irregulares de las FARC.
Los armados eran parte de uno de los anillos de seguridad del fallecido cabecilla de las FARC, Raúl Reyes, quien en esa ocasión -según Inteligencia- acampaba en una base cercana.
Precisamente, en esos patrullajes fue descubierto un misterioso cuaderno de apuntes, que aparentemente fue escrito por Reyes, con escenarios sobre las elecciones que estaban en marcha en Ecuador, en octubre de 2006.
El primer rastreo se ejecutó el 28 de febrero de 2007. Un comando de 80 uniformados, al mando de Hidalgo, recorría el río San Miguel. Cerca de las 16:00, los soldados llegaron a Santa Rosa. Al día siguiente, retomaron el rastreo y detectaron una base, que había sido abandonada pocas horas antes.
El 2 de marzo, a las 12:30, los militares llegaron a la pica internacional (límite fronterizo) y descubrieron otro campamento con mejores instalaciones, que acababa de ser quemado.
Mientras el grupo avanzaba hacia el norte, avistó a varios guerrilleros de las FARC que volvían a su territorio, con mochilas en la
espalda. Entonces escucharon a una mujer, que gritaba que no temieran, que no les iba a pasar nada y que se acercaran a la pica.
Ahí, Hidalgo conversó con la subcomandante Marleny, acompañada por siete irregulares.
“El problema no es con el Ejército ecuatoriano, no pasa nada”, exclamó la guerrillera. “Reconocemos que entramos a su territorio, pero solamente a descansar luego de los combates”, agregó.
Luego, los ecuatorianos se retiraron y continuaron con el reconocimiento. Minutos después, se les acercó otro guerrillero, quien les dijo que querían conversar nuevamente. A los pocos minutos llegó Marleny y les presentó a su comandante, Martha, de 38 años.
“Sabemos que la ministra de Defensa de su país, Guadalupe Larriva, acaba de morir (…). Conocemos que naves colombianas incursionan en su territorio”, exclamó la jefa subversiva y agregó: “Señores, con gusto vamos a compartir con ustedes media res”.
El ofrecimiento fue rechazado por Hidalgo. “Quiero recordarles que nuestro trabajo es evitar que elementos de la insurgencia se pasen al lado ecuatoriano”, expresó el oficial, quien suspendió la conversación y prosiguió con el patrullaje en Ecuador, mientras los subversivos se despidieron, adentrándose en su territorio.
Un mes más tarde, el 2 de abril, Hidalgo y sus hombres reorientaron el patrullaje hacia el sur, a Tasé, ubicada a 22 kilómetros de la frontera. Los grupos se desplazaban en embarcaciones con capacidad para 13 ocupantes, cada una. Dos de las naves, al mando del teniente Juan Medrano, iban en avanzada por el río San Miguel. Al llegar a las coordenadas 75747-19171 observaron un bote, anclado a un costado.
Desembarcaron y se internaron en la selva. Cerca del mediodía, los militares se toparon súbitamente con unos 15 guerrilleros de las FARC, armados con fusiles AK y Galil, a órdenes de la subcomandante Marleny. Luego de intercambiar algunas palabras con los irregulares, Medrano llamó por su celular a Hidalgo.
Una hora después, a las 13:00, el oficial llegó con 10 uniformados. “Además de los 15 guerrilleros, noté más movimiento en la parte posterior y lateral izquierdo de nuestras tropas, identificando que habían más irregulares en los alrededores”, reseñó Hidalgo en su versión ante la Fiscalía.
Hidalgo y Marleny charlaron 30 minutos. “Solo estamos de paso, no queremos tener problemas con ustedes”, aseguró la rebelde.
“Ustedes están en el lado ecuatoriano”, inquirió Hidalgo, quien les pidió que abandonen la zona y vuelvan a su país.
En su reporte, dirigido al día siguiente al coronel Mena, comandante de la Brigada Napo, Hidalgo explicó su decisión de dialogar con los subversivos en lugar de capturarlos. “Por los movimientos observados, ellos eran superiores numéricamente y no era procedente realizar capturas o tomar una actitud agresiva para precautelar la integridad del personal a mi mando, por lo adverso del momento; un enfrentamiento traería gravísimas consecuencias para mis efectivos (…)”. No obstante, en su declaración en este caso, el coronel
Mena señaló que dio otra orden a Hidalgo por su celular: “Le ordené que si eran guerrilleros los capture o los detenga; y si abrían fuego, respondan con fuego”.
Ante la Fiscalía, Hidalgo explicó: “Esta disuasión, desalojo y expulsión, respondió a un análisis de la situación y acatando las normas de comportamiento”. Esas reglas señalan que se emplearán las unidades militares de acuerdo con la intensidad de las amenazas, sin provocar incidentes que generen más violencia y arriesguen la integridad del personal militar.
Al día siguiente, los militares retornaron a la zona donde descubrieron una base, con capacidad para 150 combatientes, oculta entre la vegetación, recientemente construida. Luego los soldados destruyeron las instalaciones.
Dos semanas después, Hidalgo y Mena fueron enjuiciados por “la ineficiencia demostrada en esas operaciones”. Luego Hidalgo fue llamado a juicio, mientras Mena fue sobreseído. No obstante, el 1 de octubre de 2008, la Corte Militar, con base en un informe del fiscal, anuló el llamado a juicio de Hidalgo, por falta de pruebas que configuren el delito investigado.