Ha llegado a su fin el plazo de 10 años que Estados Unidos obtuvo para mantener una base aero-militar en Manta, infaustamente obtenida en 1999 sin autorización del Congreso. La presencia y actuación de dicho enclave fue objeto de duras críticas desde que la Embajadora americana dio a conocer el “acuerdo” que había logrado, a todas luces violatorio de la soberanía ecuatoriana.
Cuando el presidente Correa asumió el poder hace tres años proclamó que su política internacional estaría basada en defender el derecho soberano de los Estados a mantener su independencia e integridad, por lo que no admitirá aquella base, alcanzando la promesa de EE.UU. de retirarse de Manta apenas se cumpliese la década tan extrañamente negociada.
Conforme se aproximaba el fin de ese plazo, la Fuerza Aérea Norteamericana venía ejecutando las medidas pertinentes y, en estos días, ha hecho saber que sus objetivos al respecto están cumplidos, que no queda personal armado en Manta y que la base vuelve al Ecuador, determinación que merece enhorabuena y aplauso. También es digno de señalarse que, de este modo, la primera potencia militar del planeta enmienda su error, no obstante la costumbre de imponer su unilateral criterio sujeto a su política de dominación.
Es de lamentar sin embargo que, como contrapartida para alcanzar sus intereses y por regir todavía no pocos de los lineamientos políticos del ex presidente George W. Bush, EE.UU. hayan puesto en marcha el establecimiento de siete bases militares en Colombia apuntando a países de Sudamérica que con razón se oponen. Hay que esperar del buen sentido del presidente Obama que vaya rectificando los lineamientos imperialistas de la política exterior norteamericana.
Ya, al pronunciar hace pocos días, su primer discurso ante las Naciones Unidas, Barack Obama “instó a los líderes internacionales que solían criticar a los EE.UU., a una nueva era de cooperación global, con un solo frente capaz de superar los urgentes desafíos globales. No pueden ahora quedarse al margen -dijo- y esperar que EE.UU. resuelva solo todos los problemas”.
Es también justo poner de relieve que el presidente Correa, al exigir y obtener la terminación de la base de Manta, ha logrado un nuevo triunfo, la defensa eficaz de la soberanía del Ecuador.
Ello no significa olvidar que, por desgracia, a lo largo de nuestra historia, haya habido varios intentos para establecer bases militares norteamericanas en Galápagos, dos frustradas, durante los gobiernos de Urvina y Alfaro, y dos instaladas después, sin consentimiento del Ecuador aunque convalidadas enseguida, primera la base en Galápagos, en 1941, y esta en Manta, hace 10 años, que felizmente han terminado. ¡Dios quiera que no se repitan lesiones y agresiones semejantes!