El problema viene de tiempo atrás, pero ha crecido en proporción geométrica en los últimos años, a tal punto que da la impresión que está escabulléndose del control de los organismos encargados de enfrentarlo. Los hechos demuestran que no es solo “percepción”, como tuvo la ocurrencia de afirmar un ex ministro de Gobierno y Policía de esta administración.
No hay día en que la “prensa mediocre y corrupta”, inclusive los numerosos medios de comunicación que se autoproclaman públicos, no informe del torrente de asaltos, crímenes, robos, secuestros, violaciones, narcotráfico, desmantelamiento de vehículos, etc., registrados a lo largo y ancho del país.
Los audaces delincuentes no respetan ni siquiera templos, planteles educativos, instituciones públicas, salas de velaciones, etc. No hay lugar seguro. La inseguridad y la corrupción ya son de todos, con el agravante de que han estado inmersos miembros de la Policía, lo cual consta hasta en los famosos cables Wikileaks y, para remate, han sido reincorporados centenares de elementos dados de baja por faltas graves, pero que se han cobijado en recursos de protección o de amparo. Desde luego, por estos malos servidores no se puede ni debe generalizarse a toda la respetable institución.
El Gobierno duplicó los sueldos y el número de policías; asignó 18 millones de dólares para adquisición de vehículos, armas, equipos y construcciones, al mismo tiempo que separó antes de hora a 30 generales y cambió a los comandantes generales cada siete meses, como promedio, no obstante que la ley establece que deben permanecer dos años. Es obvio que la Policía no es la única responsable del auge de la delincuencia ni de la solución de tan apremiante problema, pero la verdad es que su acción no ha rendido los resultados deseados. Sus portavoces acusan que los jueces que han puesto en libertad a miles de detenidos sin que hayan sido juzgados y que muchos de ellos vuelven a delinquir de inmediato; los jueces dicen que aplican la ley; la Asamblea concedió amnistía a numerosas personas, inclusive a un individuo sentenciado por violar a una niña y algunos asambleístas, hombres y mujeres, lo defienden con pasión digna de mejor causa.
Asimismo, es evidente que en muchos casos delictivos participan extranjeros que ingresan libremente al país y ponen en mal predicamento a coterráneos suyos que, en cambio, brindan un valioso aporte en diversos campos.
Estas son algunas aristas de tan complejo poliedro, que mantiene en zozobra a la comunidad ecuatoriana y que merece atención prioritaria, sin demagogia ni mucho bla-bla-bla de las diversas autoridades y la colaboración de todos y cada uno de los ciudadanos, que deben tomar más precauciones para evitar en lo posible la audaz acción de los delincuentes.