Redacción Judicial
Pamelita baila lentamente con las olas del Pacífico. Es una danza imperceptible, parece que no se mueve ni un milímetro.
Es fácil mirarla desde la Playa Mía, en Tarqui, donde permanece como un símbolo -dice Miguel Morán- para recordar a los pesqueros que fueron hundidos con la llegada de los estadounidenses al Puesto de Operaciones Avanzadas (FOL) de Manta.
El activista social y desde hace 10 años opositor a la presencia de los ‘gringos’ dice que la nave, llegó averiada hasta las inmediaciones de la playa.
Supuestamente fue abordada por guardacostas de EE.UU. para buscar droga en sus compartimentos. “No hallaron nada pero la dañaron, no pudo volver a navegar”.
El gremio de pesqueros artesanales de Manta lleva un registro, según el cual, entre 50 y 80 naves fueron hundidas o afectadas en operativos estadounidenses.
EE.UU. tiene una versión diferente. Marta Youth, de la Embajada de ese país, asegura que ninguna embarcación con bandera ecuatoriana ha sido destruida. Ella acepta que los guardacostas realizaron interdicciones a naves sospechosas de cargar droga. Entonces, los militares de su país realizaron chequeos para confiscar los alcaloides.
En esas revisiones -dice Youth- se pudieron afectar cosas como la pesca que llevaban y los compartimentos de los barcos, porque debían comprobar que no había coca escondida. “En el momento del abordaje, los guardacostas les entregaron a los capitanes un formulario para que reciban una indemnización”.
Dice que los narcos hunden los barcos para evitar que existan evidencias. “No hubo abusos”, recalca y recuerda que también ayudaron a salvar a emigrantes que peligraban en el Pacífico.
Hay 20 juicios por esos casos, según el asambleísta Marco Martínez, de la Comisión de Asuntos Internacionales de la Asamblea Legislativa, que analiza el paso de EE.UU. por la Base de Manta y las supuestas violaciones a los DD.HH. cometidas por personal del país del norte.
Hermenegildo Santana, 58 años, mantiene su fuerza para enfrentar, dice, a los estadounidenses del FOL. En Manta, lo llaman ‘El Champion’. Orgulloso narra que su hijo, Johnny, siguió su legado, como es la tradición.
Lo hizo hasta el 5 de junio de 2003. Desde esa fecha, Santana no lo ha vuelto a ver. Johnny se embarcó en el pesquero Jorge IV y desapareció en el mar. A Santana le estremece recordar los pocos detalles de la pérdida de su hijo. Desde su casa de paredes de caña, donde está su taller mecánico, ha organizado a
los familiares de los otros 17 tripulantes del Jorge IV, para conocer qué pasó.
En los últimos seis años le han dicho de todo: “Que fueron secuestrados por las FARC colombianas. Que están en una isla en el Pacífico dominada por los guerrilleros. Que el mar se tragó a la embarcación sin evidencia alguna…”. ‘El Champion’ no cree en esas respuestas y mantiene su consigna: seguir una demanda contra las autoridades del FOL.
Su testimonio también fue escuchado por la Comisión encabezada por Martínez. El legislador de País prepara un reporte con las denuncias, para entregarlo a la Comisión Legislativa y al presidente Rafael Correa.
María Urgilés también perdió a Luis Quijije, su esposo, en el Jorge IV. Relata que los tripulantes del pesquero se comunicaron por última ocasión el 8 de junio, tres días después del zarpe. Ella confirma la versión de Santana, de que estaban cerca a las costas colombianas, porque las coordenadas de esa llamada fueron desde Punta Galeras, en frontera.
La mujer de 30 años casi no sonríe, solo se aferra a su hijo Luis, quien tenía 18 meses cuando ocurrió la tragedia. Ella no cree en promesas. Luego de seis años de búsqueda prefiere que se pague el seguro que les prometieron. El dueño de la embarcación, Jorge Corral, según un registro de la Notaría Primera de Manta, se comprometió a entregarles USD 10 000 a cada familia de los tripulantes. Sin embargo, él ha asegurado -según los documentos – que tampoco ha recibido la póliza por la pérdida.
Morán señala que ni los pescadores que perdieron sus barcos por los operativos estadounidenses han recuperado su dinero. Ese caso es el de Pamelita.
El fin de semana pasado, organizaciones como Inredh, el Movimiento Toalí, el frente Che Vive, y la Coordinadora Bolivariana llegaron a Manta para despedir al FOL. Ellos preparan un festival para inicios de agosto, donde “se celebrará” ese acontecimiento.
En la ceremonia, se pedirá que Pamelita nunca salga de Playa Mía. Su intención es que se quede para que cada día al caminar, al dormir y despertar en Manta se recuerde lo que ocurrió con sus embarcaciones pesqueras.
La obra social de los EE.UU.
Los militares estadounidenses no solo dedicaron su tiempo al control del narcotráfico, también trataron de convivir en alegría con los mantenses. Jugaron béisbol con los chicos de las villas del Seguro, enseñaron inglés a infantes de escasos recursos.
El último administrador del FOl, Patrick Curtis, sostiene que han ayudado a comedores populares como Jesús de Nazareth y Urbirios, al hospital local, a casa de niños Montañita Verde, al orfanato Shekinan, ayudaron a construir la Escuela San Juan.
“Solo este año sumamos 1 613 horas de voluntariado”, dice Curtis, quien se confiesa como un amante de la cocina local, de los ceviches, viches y todos los iches que ha alcanzado a probar.