¿Que Quito se insertó en el circuito internacional de grandes músicos desde que el Municipio Metropolitano entregó al maestro Julio Bueno la dirección de la Fundación Teatro Nacional Sucre?
¡No señores! En ese Teatro, gracias a la filantropía de María de las Mercedes Uribe de Reyes, la ciudad gozó desde los años 40 con músicos como Jascha Heifetz, por ejemplo. Luego, con la conformación, en 1952, de la Sociedad Filarmónica de Quito, esta agrupación de amantes de la música, con inmenso amor, entusiasmo y limitadísimos recursos, trajo grandes artistas, al tiempo que ponía todo su empeño en la creación de la Orquesta Sinfónica Nacional, cuyo primer concierto fue en 1954 y cedió a la incipiente Orquesta los fondos que el Gobierno Nacional le había asignado para su labor.
Con escasos recursos económicos, más de 600 conciertos de altísima categoría fueron producidos por la SFQ (ver “Sociedad Filarmónica de Quito 50 años” de Alicia Coloma de Reed) en sus 54 años de labor voluntaria y sin fines de lucro, contando únicamente con el tesón de sus directivas y auspicios de la empresa privada.
Como recordarán los melómanos quiteños, en la ciudad han estado los pianistas Alfred Cortot, Arturo Rubinstein, Claudio Arrau y Paul Badura-Skoda, el arpista Nicanor Zabaleta, la balletista Tamara Toumanova, el Ballet Theater de New York, el Ballet de Buenos Aires, Ballet Jazz Montreal, orquestas de cámara como los Solistas de Zagreb, Amati Ensemble de Berlín, el Collegium Musicum de Berlín, la Orquesta Filarmónica de Nueva York con el gran director y pianista Leonard Bernstein, los Niños Cantores de Viena, Andrés Segovia, el cellista universal Mstislav Rostropovich, la orquesta Europa Galante con Fabio Biondi (pie de foto equivocado en la entrevista al Sr. Bueno), el Trío Guarnieri de Praga, la Orquesta Juvenil de las Américas, etc.
La mayoría fue presentado en el Teatro Nacional Sucre, dependiente entonces del Ministerio de Educación. Diferentes escenarios como iglesias, salas de conferencias y teatros universitarios fueron la alternativa cuando la mala suerte y la desidia gubernamental inutilizaron los teatros Bolívar y Sucre durante más de diez años.
Desde hace tres años, como acto de desprendimiento y noble cooperación, la Sociedad Filarmónica de Quito tuvo el honor de fusionarse con la Fundación Casa de la Música, entendiendo que el país necesitaba borrar rivalidades y unificar esfuerzos para bien de la sociedad.
Allí estamos en esa bella Casa cumpliendo con el legado de doña Giselle Neustaetter de acercar la cultura a la ciudad. Tenemos en Quito un público culto formado gracias a que la SFQ logró ‘interceptar’ las giras de artistas internacionales en su paso por el continente desde hace 57 años.
Columnista invitada