Las playas artificiales del Municipio de Guayaquil fueron una alternativa refrescante para los guayaquileños durante el feriado. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO
El chillido del arnés rodando por el cable metálico se hacía más fuerte. Y el grito de emoción de un hombre obligaba a detenerse en el camino adoquinado. “¡Gerónimo!”, se escuchó fugazmente antes de que se apagara su voz en uno de los senderos del Parque Samanes.
Quienes no salieron de Guayaquil por el largo feriado disfrutaron de los deportes extremos que ofrece este espacio natural, ubicado en el norte de la ciudad. Con 137 hectáreas de extensión, la zona de senderos de Samanes cuenta con un camino rústico de 7 kilómetros para ciclistas y un puente y corredores que atraviesan un humedal y el bosque.
También hay torres de avistamiento, desde donde se aprecia gran parte del norte de Guayaquil. Y dos torres de canopy para los amantes de experiencias extremas. El trayecto cuesta USD 5.
Vencer el temor es el primer paso que recomienda Camila, quien llegó con su familia al parque desde temprano. “Ya luego cuando estás arriba la adrenalina hace olvidar todo. Es como volar”, contó la jovencita de 14 años después de deslizarse desde una torre de 16 metros de altura. Y estaba lista para completar el reto, en la torre de 22 metros.
Decenas de familias madrugaron para recorrer los senderos que conducen a las torres de canopy. El sol no los desanimó mientras aguardaban su turno. Para amenizar la espera, algunos discutían si gritarían o no, o si se sentirían como Spiderman.
Ximena Araujo no salió de la ciudad. Pero acompañó a su hija Joselyn, de 13 años, y a sus compañeras de colegio a Samanes. “Es la primera vez que venimos y me voy contenta. Para los chicos es una experiencia maravillosa”, dijo mientras esperaba atenta con su teléfono celular la salida de Joselyn. El emocionante trayecto dura pocos segundos y tiene 250 metros de extensión.
El rocódromo fue otra opción para quienes acudieron a Samanes. Desde USD 2, niños y adultos experimentaron la sensación de escalar una enorme roca de 14 metros, sin ser profesionales. Las instrucciones de los guías les daban seguridad.
Zazka Borrero esperó su turno, mientras su esposo José Magallanes contemplaba a los dudosos trepadores. “Quizá en otra ocasión lo intente”, dijo un poco temeroso.
Pero la pequeña Dayana no sintió miedo. La niña de 8 años escaló una pared destinada para los más chicos.
Sujeta con un arnés conquistaba cada piedra. El instructor y su familia la alentaban desde abajo. “¡Vamos! Ya falta poco”, le decía su abuelo, Kléber Bravo.
Las playas artificiales del Municipio de Guayaquil fueron una alternativa refrescante. Karla Morán acompañó a sus cinco sobrinos hasta el parque acuático de Sauces 6, también en el norte de la ciudad. “No es necesario gastar mucho dinero para disfrutar del feriado”, dijo mientras vigilaba a los pequeños que se zambullían e improvisaban juegos en el agua.
La laguna artificial, de 3 100 metros cuadrados, tiene distintos niveles de profundidad. Su capacidad es para 1 000 bañistas. Hasta el mediodía de este viernes habían ingresado 1 456 personas.
Ángel Morán tenía un presupuesto de USD 10 para pasear con sus dos hijos. Durante la mañana calurosa se dieron un chapuzón en la playa de Sauces y en la tarde tenían planificado pasear por el Malecón 2000. “Creo que hasta me sobrará dinero y disfrutamos como si estuviéramos en una playa de verdad”, contó.