33 000 personas viven en las cerca de 30 urbanizaciones cerradas que se asientan al oeste de la urbe. Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO
La vía a la Costa tiene contrastes. Una fotografía satelital permite ver la delgada línea de asfalto que se ramifica en urbanizaciones privadas desde sus primeros kilómetros. Es también el lindero entre el bosque seco y el manglar, dos importantes ecosistemas para Guayaquil. Y acercó las comunas ancestrales a la urbe.
El oeste es la zona de crecimiento de la ciudad. Su expansión comenzó en los años 70, cuando se construyó la urbanización Puerto Azul. Ahora se avizora un despegue de nuevas construcciones con el proyecto del aeropuerto en Daular.
En el 2012, el Municipio amplió el área para urbanizar por la nueva terminal aérea. Y aunque el proyecto -que se pospuso- hasta alcanzar que la meta de 3,5 millones de pasajeros internacionales esté a tres años de iniciar, el crecimiento avanza, generando ciertas alertas: construcciones al límite de las áreas protegidas, que se amplían sobre territorios ancestrales y problemas ambientales, por ejemplo, por la actividad de canteras.
Así lo advierte un estudio de los investigadores Teresa Pérez de Murzi, Gaudy Orejuela, Juan Carlos Pindo e Ivonne Villamagua, de la Universidad Católica Santiago de Guayaquil. El equipo analizó durante el 2017 el modelo de crecimiento hacia el oeste en 177,28 kilómetros cuadrados.
Como muestra de la evolución del área, la arquitecta Pérez de Murzi resume que entre 2002 y 2016 las construcciones aumentaron en un 61,62%, principalmente por la creación de las urbanizaciones. “Son como fragmentos que cuelgan de la vía a la Costa”, dice la directora del Instituto de Investigación e Innovación en Hábitat, Diseño y Construcciones de la Facultad de Arquitectura de la Católica. Aquí se ubicaron cerca de 42 000 habitantes; de ellos, 33 000 viven en 28 ciudadelas reportadas hasta el año pasado.
La vía E40, que aceleró el desarrollo inmobiliario, ahora genera quejas. Fue pensada como una ruta de alta velocidad y alto tráfico para conectar con Santa Elena, pero con el aumento poblacional surgieron problemas de movilidad.
Guillermo Ayala vive aquí y dirige una federación que reúne a las urbanizaciones. Explica que es riesgoso atravesar la vía, en especial de 07:00 a 08:00 cuando hay más peatones. “Hay vigilantes en nueve sitios, pero falta señalética, pasos peatonales y semáforos”.
Este sábado 22 de septiembre harán un plantón por este y otros reclamos, entre ellos la explotación de canteras a cielo abierto desde los años 50. Al pie de la carretera es posible ver la maquinaria carcomiendo los cerros aledaños, muy cerca del área urbanizada. “Convivimos entre las explosiones y la polvareda”, dice.
Según una ordenanza municipal, las canteras deben estar a 300 metros de distancia de la zona residencial.
El director de Urbanismo del Cabildo, José Miguel Rubio, explica que dos están reguladas, dos están en proceso y cerca de 20 aún no lo hacen. En su mayoría obtuvieron permisos estatales.
Históricamente, las comunas San Pedro de Chongón, Daular y Casas Viejas se asentaron en el oeste de Guayaquil. En el parque de Chongón hay cerámicas y el busto de un cacique junto al fragmento de un acta de 1531 que los identifica como pueblo huancavilca. En contraste se difunde el proyecto del aeropuerto con carteles: ‘Chongón despega’.
Danny Torres es el presidente de la comuna y recalca que tienen un régimen especial como propietarios de la tierra. “Por eso esperamos trabajar en coordinación con el Municipio para las obras que vendrán”. Por ahora la comuna crece rápidamente entre lo urbano y lo rural. En su interior también hay urbanizaciones amuralladas y calles polvorientas cercadas por ciruelos.
La investigación de la Universidad Católica demuestra el peso de los ecosistemas del oeste. Aquí se ubican la Reserva de Producción Faunística Manglares El Salado y el Bosque Protector Cerro Blanco, casi el 45% del territorio estudiado. Con esos datos obtuvieron el índice de sensibilidad ambiental frente a la nueva terminal aérea, que alertó una posible degradación.
“Debería existir un espacio de separación con estos ecosistemas para que no se vean afectados (…). Porque no solo es el aeropuerto sino la infraestructura alrededor como vías, hoteles, restaurantes, más viviendas”, indica la investigadora Pérez de Murzi. Aclara que el estudio técnico solo busca dar recomendaciones, como aumentar la regulación en el área.
Rubio reconoce la importancia de estos ecosistemas. Explica que su conservación es parte de un proyecto de ordenanza para la vía a la Costa, que apunta al desarrollo de vivienda, comercio y servicios, sin industrias. “En la zona tenemos 3°C menos que en el resto de la ciudad, por sus características naturales. Tenemos un desarrollo planificado”.
En contexto
El crecimiento acelerado de la vía a la Costa, tras el anuncio de construcción del nuevo aeropuerto, acentúa los problemas. Las soluciones de movilidad y control ambiental son demandas de los habitantes, que organizan un plantón.