Sonaba la clave: tac-tac, tac-tactac. Bajo ese embrujo rítmico que aglutinaba cuanta influencia cubana pudo (mambo, rumba, chachachá, guaracha, danzón, son, etc.), las percusiones, vientos y el bajo de la orquesta jugueteaban con el repique de un piano virtuoso.
Así se completaba el círculo. Sobre este se cantaban versos que trataban la cotidianidad del desarraigo latinoamericano en Nueva York. Fue así que un puñado de autodidactas en los 60 delimitaron el camino de lo que hoy se conoce como salsa dura.
El baile era parte de esa expresión. Las parejas cerraban los ojos para escuchar la sincronía de los músicos y las palabras de las voces y así, dejar que el cuerpo -aceitado por el sudor, la identificación y la pertenencia- decidiera los movimientos que, más que pensados, eran sentidos. Esa salsa de esquina llegó a Quito en los 80.
Dentro de los pioneros en el género estaban dos grupos. Los primeros eran el trío Café con Leche, conformado por Héctor Napolitano en el banjo, Álex Alvear en guitarra y Jorge ‘Caballito’ Gómez en el bongó. Hacían versiones soneras de canciones de salsa. Algo parecido a lo del Taller de Música de Juan Mullo, Ataúlfo Valencia, Diego Luzuriaga y otros. Por eso ambas sociedades se unieron en Rumbasón, el primer ensamble extendido de la capital que, además de ‘covers’, hizo temas propios.
Entonces, tocaban en un circuito de peñas en el que no se bailaba porque la costumbre era solo escuchar música. Eso cambió en 1983, cuando una pareja colombo-ecuatoriana (la familia Rubiano) fundó el Seseribó. El sitio fue el primer lugar dedicado a la cultura de la salsa. La música se confundía con el acto social y por supuesto, con el baile distendido y desprejuiciado. También llegaron sitios icónicos como Ramón Antigua o Solar Latino para comprobar el auge del ritmo en la ciudad.
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El Mayo del 68, en la zona de La Mariscal, se mantiene convocando a los salseros en una atmósfera bohemia y de calle. Foto: Archivo
Tal crecimiento bulló en 1988 con la llegada del programa de televisión ‘Buscando Guaguancó’, conducido por Manuel Velásquez Salmon, melómano que transmitía, por Ortel Canal 5, una fusión de trova cubana con salsa neoyorquina, cuyo legado es reconocido hasta hoy por músicos y por salsómanos de la ciudad.
Con esas influencias, las nuevas orquestas tuvieron un claro apogeo en los 90 y en la primera década del nuevo siglo. Por ejemplo, nombres como Los Dukes o Azuquito emprendieron exitosas carreras basadas en el repertorio clave del género con menor énfasis en material original. Según Lenin Palacios, de Azuquito, esto se dio por un “miedo a tocar nuestra música” y a la falta de difusión radial.
Ya para finales de los 90 hasta mediados de la siguiente década, artistas de salsa romántica (balada a ritmo de salsa) empiezan a tener amplia cobertura en radios de pop. Víctor Manuelle, Marc Anthony, Rey Ruiz o Gilberto Santa Rosa eran populares tanto en el dial como en la pista de baile, en donde los aficionados empezaron a desarrollar sus habilidades con la llegada de los primeros instructores del ritmo a Quito.
Así se dio génesis al ambiente del Quito salsero actual. Aquel donde el disfrute de la salsa de calle se ha transformado en una salsa que se ve en ESPN, en congresos y en salsotecas que han dejado el factor social -y en cierto punto musical- del ritmo, para dar énfasis a las líneas, la técnica y el conteo de pasos. “Ya no es de sentarse a escuchar, conversar o hacer amigos; eso ya pasó. Ahora se vive bailando”, sentencia Diego Vega, dueño de Lavoe, discoteca de perfil salsero.
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La discoteca Lavoe acoge a los salseros de academia. La rueda de casino es un baile común en este espacio. Foto: Archivo
Músicos y salseros coinciden en que las academias masificaron el ritmo aunque a costa de una pérdida del sentido cultural completo, que involucra el virtuosismo de los intérpretes, una poesía de arraigo y un baile que no obedece a cuadraturas sino a los sentidos.
CRONOLOGÍA
Los sonidos salseros quiteños a través de cuatro décadas 1980 Rumbasón, aparte de versiones de salsa dura como Buscando América, de Blades, crea temas como Son de la loma. “Éramos hippies tocando salsa”, recuerda Álex Alvear.
1990 Los Dukes se consolida en el país y llega al culmen de su internacionalización con giras a Norteamérica y el primer lugar en el Festival de Orquestas celebrado en Colombia.
2000 Se forma Azuquito en el 2001 como una orquesta especializada en la Sonora Matancera. Ha compartido tablas con Gilberto Santa Rosa, Marc Anthony y Rubén Blades.
2010 Malamaña lanza su disco con una propuesta de salsa dura. “La competencia (en el baile) no es mi línea. Los músicos peleamos por el contenido”, dice Grecia Albán, vocalista.