El desfile-parada militar celebrado por el sesquicentenario del 10 de agosto estuvo bueno. Excelente contribución de las Fuerzas Armadas. Sobre todo porque allí estuvieron los héroes de Paquisha y del Cenepa. No solo merecen reconocimiento los muertos, sino también los vivos, que los vimos desfilar, a veces con dificultad por sus lesiones, por la Avenida de los Shyris.
No participo de las críticas al gasto de la parada, porque la fecha lo ameritaba. Pero si me parece que merecen observarse algunas afirmaciones que hicieron en la transmisión televisada del evento varios oficiales de las tres ramas de las Fuerzas Armadas que estuvieron a cargo de los comentarios. Sus libretos o guiones se notaron muy poco ilustrados por una necesaria lectura de la historia que se ha escrito en los últimos veinte años. Y en más de un caso cometieron errores gruesos.
Un oficial afirmó con una seguridad digna de mejor causa, que con la acción del 10 de agosto de 1809 fue derrocado el Virrey de entonces, que era Melchor de Aymerich. Nadie le había informado que aquí nunca hubo virreyes, que el derrocado fue el Presidente de la Audiencia, Conde Ruiz de Castilla, y que el Mariscal Melchor de Aymerich tendría participación, también como autoridad de la Audiencia, una década más tarde.
Otro oficial dijo cuando pasaban los “Granaderos de Tarqui” que su historia se remontaba a los célebres “tauras” del tiempo de Urvina, y que luego fueron los “montoneros de Alfaro”. Tres barbaridades juntas. Los granaderos de Tarqui se supone que participaron en la batalla de Tarqui, que fue en 1829. Los “tauras” se formaron más de veinte años después y eran lanceros, no granaderos, que es otra cosa. Y, desde luego, los montoneros alfaristas, que se levantaron a fines del siglo XIX, eran tropas irregulares que combatían al ejército regular, mal podían ser granaderos de Tarqui. La verdad es que se revivió esta denominación ya bien entrado el siglo XX para honrar a los soldados que ganaron esa batalla al mando de Sucre. Desde entonces hacen guardia en el Palacio Nacional.
No fueron los militares los únicos que dejaron escapar gazapos. Otro día en televisión una periodista pregunto qué hacía Alfaro el 10 de agosto. Bueno… nada, porque aún no había nacido. Fue presidente de la república un siglo después y presidió las fiestas del centenario.
Otra dijo que en casa de Manuela Cañizares se reunieron el 9 de agosto los patriotas y el pueblo de Quito, los pardos, indígenas, artesanos. Quizá quiso decir que todos ellos participaron en el proceso de la independencia, porque en la sala de doña Manuela no alcanzaba semejante gentío popular, que dormía placidamente esa memorable noche. Son pequeñeces, detalles, se dirá. Pero convengamos en que las cosas saldrían mejor si se aprendiera un poco más de Historia Patria.