Fidel Araujo. Foto: Archivo/ EL COMERCIO.
De manejar un Toyota Tercel a movilizarse en transporte público. De ser un mayor del Ejército jubilado, figura reconocida y también un consultor en temas de comunicación social, pasó a convertirse en un ciudadano que vive con abogado, defendiéndose. Ya estuvo seis meses en prisión. Y su sentencia es de tres años. Así que de no tener suerte con los procesos de apelación, cree que pasará dos años y cuatro meses más detenido.
Para Fidel Araujo, este 30 de octubre del 2015 no hay nada que celebrar. Para uno de los procesados del 30-S, hace cinco años ocurrieron hechos de triste recordación. Y no solo habla a título personal.
“El 30-S no debe repetirse. Mi presencia fue fortuita en ese lugar, lo que pensé y lo que dije pude repetirlo en otro espacio. Luego en los videos me enteré de actos que un miembro de la Fuerza Pública jamás debe hacer en contra de una autoridad. Ratifico mi rechazo a conductas fuera de toda norma”.
Araujo, de 52 años, repite que su vida se alteró radicalmente, tras la revuelta policial. Hace cinco años había empezado a presentar carpetas para ser catedrático. Desde que dejó el centro de detención ha enfrentado a la adversidad.
“Anularon mi sentencia que ratificó mi inocencia, del 4 de abril del 2011. No he incitado a la rebelión de la población civil, para que se arme y así derroque al gobierno legalmente constituido, como señala mi sentencia”.
Araujo estuvo en el Cenepa, fue parte del gobierno del presidente Lucio Gutiérrez. Ahora “me tratan como a un delincuente. Intento superar minuto a minuto el temor”, dice y cuenta que sus hijas de 24 y 25 años le dan la fortaleza. Ambas comenzaron a trabajar, se graduaron, son profesionales y son su soporte espiritual y moral, al igual que Martha López, su madre, de 78 años.
Para Fidel Araujo lo más duro que ha vivido fue el cáncer (linfoma) que atacó a su madre. “Ella se mantiene gracias a su fuerza de voluntad”.