Redacción Quito
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Un patrullero hace sonar las sirenas y prende las luces para pedir a 17 carros estacionados frente a la tribuna de la av. De los Shyris que se retiren. Son las 21:55 del pasado jueves y siete grupos de jóvenes se dispersan. Unos prenden sus autos y se alejan. Otros ignoran el pedido.
Control municipal
La Comisión de Control del Espacio Público del Concejo Metropolitano revisará los permisos de licorerías y tiendas. El objetivo es inventariar a las zonas conflictivas.
La Policía realiza operativos de control con la Intendencia. Los locales que no cumplen con la Ley son clausurados.
En el parque La Carolina, en el norte hay autos ingresan a los espacios verdes. En estos sitios también existen jóvenes que beben.
Hay vehículos que arrancan a velocidad. La flota que se retira avanza por la av. De los Shyris y se desvía en la av. NN.UU. Una fila de cuatro autos se estaciona en la parada de buses, frente al Quicentro Shopping. Un callejón, entre la vereda y los locales de comida y licores, está atestado de chicos y chicas.
Andrés Cepeda, estudiante universitario, canta una canción romántica. Él está apoyado a su automóvil azul. “Aquí no nos pueden molestar y es un espacio bacán. Salimos todos los fines de semana porque esta es una zona tranquila y segura”.
Desde los autos estacionados en fila se escucha música. Los ritmos son variados. Desde salsa hasta canciones en inglés. Los parlantes hacen vibrar los ventanales de las casas cercanas. Los farreros cantan y beben cerveza.
El grupo más numeroso se agolpa cerca a la tienda de licores que exhibe los permisos municipales, de la Intendencia y de los Bomberos en las ventanas. Allí se lee que puede funcionar desde las 10:00 hasta las 01:00.
Carlos Timbela, quien atiende una licorera, argumenta que los locales no infringen la Ley porque los jóvenes, solo compran y se van. Sin embargo, los habitantes de los conjuntos aledaños se quejan por el desorden que causa las tiendas y licoreras.
Patricio J., un vecino de la zona, se queja del escándalo de la música y la bulla de los bebedores. Su departamento está ubicado en la avenida República de El Salvador. “En este año se incrementó el número de muchachos. Lo peor de todo es la bulla de los motores y las peleas en la madrugada”.
El morador manifiesta que los viernes, sábados y domingos, durante las mañanas especialmente, este sitio queda lleno de botellas y basura. También hay vidrios desperdigados en la vía.
No es el único sitio donde los jóvenes se agrupan para beber en la zona. En la misma avenida Naciones Unidas, en la intersección con la 10 de Agosto, junto a la gasolinera Terpel, se escucha un reggaetón a todo volumen.
Dos parejas bailan junto al auto blanco. Son las 22:10 y tres autos más se estacionan en el sitio. Así la bulla aumenta.
Patricio R., guardia de un conjunto privado, camina de un lado al otro. Él recorre por la vereda que está al frente del grupo de farreros.
Está preocupado porque sabe que durante el fin de semana la zona está llena de jóvenes que llegan con sus autos y no puede descansar.
Sin descuidar la puerta de ingreso al edificio que cuida, explica que a lo largo de la explanada se ubican autos con las puertas abiertas. “Dicen que no beben pero ponen la cerveza sobre los autos. La Policía solo vigila”.
El guardia cuenta que es más peligroso a medianoche. A esa hora empiezan las competencias conocidas como ‘piques’ y se escucha el derrape de las llantas sobre el asfalto. Eso perturba el sueño de los vecinos que viven en los edificios de la zona.
Carlos Flores, empleado privado, confirma que estacionarse en la vía es peligroso y prefiere conversar y tomar cerveza con sus amigos en lo que él llama ‘el cuadrado’. El sitio está ubicado en la calle Japón, atrás del Centro Comercial Íñaquito.
Seis cuadras más arriba, en la Floreana hay autos que se estacionan en una tienda. Ahí se vende vinos, cervezas y cocteles. Los vecinos de la zona residencial se quejan por la falta de control.
El policía Álex Pico, quien patrullaba la NN.UU., dice que en los operativos se puede detener a quienes manejen en estado etílico o alteren el orden público. “En muchos casos los dueños de las licoreras y huecas no permiten detener a nadie”.