En junio de 1993 hizo una visita a Quito el gran solista Mstislav Leopóldovich Rostropovich, para presentarse en un concierto en la iglesia de San Francisco, con la Sinfónica Nacional, bajo mi dirección. Este fue uno de los hitos de la brillante gestión de doña María Stella de Mantilla, como presidenta de la
Sociedad Filarmónica de Quito.
El solista, a través de su ‘manager’, había anticipado que entre sus obras podrían estar el ‘Concierto de Haydn’, las ‘Variaciones de Tchaikovsky’ y el ‘Concierto en La’ de Saint-Saëns. En el profuso intercambio de comunicaciones y llamadas con la Sociedad Filarmónica habíamos recibido la noticia final de que las obras a interpretarse serían el ‘Concierto en Re’ de Haydn y las ‘Variaciones en estilo Rococó’ de Tchaikovsky.
Así llegó el lunes 14 de junio. Por la noche arribó a Quito el maestro Rostropovich, molesto por la pérdida de parte de su equipaje. A la llegada del músico se aclaró que la obra de Haydn a interpretarse sería, en realidad, el ‘Concierto en Do’.
Cerca de la medianoche recibí la sorpresiva visita de las damas de la Sociedad Filarmónica de Quito. Me pusieron al tanto de las nuevas concernientes al solista y les expliqué que el material del concierto en Do existía en la orquesta sólo en forma de partitura general, esto es sin las partes para cada instrumento. Quedamos en reunirnos a la mañana siguiente con Rostropovich en el hotel donde éste se alojaba…
Hasta hoy, solamente amigos cercanos conocían de mi conversación con Rostropovich durante el desayuno de la mañana siguiente. Allí, él se enteró que la noche anterior prácticamente no dormimos, el bibliotecario de la orquesta, y yo, hasta tener copias de la partitura original y preparadas adecuadamente las partes instrumentales del ‘Concierto en Do’ de Haydn para violoncelo.
Rostropovich me explicó que, para él, existía un solo concierto de Haydn para violoncelo, el escrito en Do. El gran maestro ruso consideraba al concierto en Re una obra apócrifa y de poco valor. Este detalle fue el causante de las confusiones previas a la llegada del solista a Quito, ya que en los catálogos de Haydn figuran los dos conciertos, el Do y el Re (sin contar uno perdido y otro oficialmente espurio).
Sin poder hablar con las damas de la Filarmónica, salí prácticamente disparado del desayuno en cuestión al único ensayo que tuvimos con el virtuoso ruso. Este ensayo fue convocado de emergencia para 40 minutos antes de la hora acostumbrada a fin de poder revisar ciertos pasajes del concierto en Do que, obviamente, no se había ensayado.
El esfuerzo valió la pena. El concierto resultó magnífico y hasta hoy siento la calidez y el agradecimiento del enorme abrazo que el gran Rostropovich me brindó al cabo del concierto.
Columnista invitado