Xavier Crespillo y Enith Armijos comparten las actividades del hogar y tienen una finca en Palanda. Foto: Lilia Arias /EL COMERCIO.
Lilia Arias. Redactora
La crisis española los hizo instalarse en Loja. Desde el 2010, más matrimonios entre ecuatorianos y españoles optaron por radicarse en la capital lojana. Compraron terrenos y viviendas e invirtieron en sus negocios, pero hay un aspecto que deben superar.
A los extranjeros les cuesta acoplarse a la alimentación, al clima y sobrellevar otras costumbres, que encontraron en Loja. Aunque se resisten, ellos tratan de no afectar la armonía que existe en sus familias.
El bibliotecario español, Carlos Ferrer, quien llegó hace dos años con su esposa lojana, Bernardita Maldonado, prefiere no probar alimentos típicos lojanos como arveja con guineo, el cuy y la cecina de cerdo.
Ellos se conocieron en Benidor, en la región española de Alicante, hace cinco años. Añora las paellas, filetes de ternera a término medio, gazpacho manchego, cocido madrileño, entre otros platos.
Para Ferrer, la capital lojana se asemeja a su ciudad natal Benidor, porque su gente es amigable, pero no se acopla a la informalidad en ciertos ámbitos como los servicios. “Acá, por ejemplo, quienes venden agua en bidón dicen que llegarán en 30 minutos y nunca lo hacen… Estamos esperando…, pero nadie se disculpa”.
Según él, estas actitudes molestan a sus coterráneos, “pero no podemos cambiar la actitud de ellos de un día al otro”.
Su compatriota José Merino, quien llegó en enero del año pasado con su esposa Lupe Moncayo, insiste en que es necesario cambiar este comportamiento para que haya más armonía en la sociedad y evitar dificultades. Su esposa Lupe Moncayo también se acostumbró a la sinceridad de los españoles, porque, “ellos te dicen que no pueden y no van y si te dicen a una hora determinada están allí, así las condiciones sean adversas. Me ha costado acoplarme otra vez a la cotidianidad de Loja”. Vivió 20 años en España.
Lupe Moncayo y José Merino imponen su estilo en la gastronomía. Tiene un restaurante en el centro. Foto: Lilia Arias/ EL COMERCIO.
Ellos laboran en el restaurante La Oficina, que abrieron hace este año en el centro de la urbe lojana. Ofrecen un menú que se especializa en recetas españolas y lojanas. Aunque Merino no consume mucho las sopas como el repe lojano, sí ayuda a prepararlas para venderlas a sus clientes.
En las organizaciones como la Plataforma del Migrante Retornado iniciaron un proyecto para registrar el número de familias de ecuatorianos casados con españoles, que residan en la ciudad. En un mes contabilizaron 12 hogares y la iniciativa continuará hasta finales del próximo año.
En el Registro Civil de Loja no hay datos de cuántas familias de este tipo viven en la ciudad y no existe una clasificación de matrimonios por país de procedencia de uno de los esposos, dice Darwin Valdivieso, director del Registro Civil en Loja. Pero asegura que más españoles han hecho trámites en ese dependencia en los últimos años.
Yomar Romero, coordinadora de la Plataforma del Migrante Retornado, dice que desde hace cuatro años han llegado más parejas de este tipo para radicarse en la ciudad. “Queremos tener ese registro para ayudar a los extranjeros”.
El español Xavier Crespillo, quien es casado con la lojana María Enith Armijos, llegó en marzo pasado y se registraron en la plataforma. A él le cuesta acostumbrarse a no tener estaciones climáticas marcadas como ocurre en Europa. “A veces llueve y al poco tiempo hay un sol intenso…”.
A Crespillo le gusta la tranquilidad de las calles lojanas, porque se siente seguro y no se siente el estrés de una ciudad grande de su país.
Para Armijos, la convivencia con su pareja es igualitaria, sobre todo en las tareas del hogar y en la crianza de los hijos. Tienen dos niños de seis y un año. Mientras ella cocina, él los cuida o viceversa.
A ella le fue fácil adaptarse a las costumbres de su esposo, durante los 12 años que trabajó en España. Aunque le permitió conocer particularidades en la gastronomía y comportamientos de los europeos.
En Loja también están familias radicadas desde hace más de 20 años. Los Cárdenas-López son un ejemplo. En este caso, los hijos se acoplaron a las distintas costumbres de sus progenitores.
Sus tres hijos Patricia, de 18 años; Pedro, de 17; y Jesús, de 14, se acostumbraron a las tradiciones alimenticias de su padre Patricio Cárdenas y a las de su madre española Manuela López. “Hay muchas costumbres que hemos conjugado en la familia y llevamos una vida sin complicaciones”, señala Patricio Cárdenas.
Una de las particularidades es que sus hijos tienen un solo nombre como se acostumbra en España y no los dos de Ecuador. Además, todos colaboran en las actividades del hogar, como la limpieza y la preparación de los alimentos.
Patricio Cárdenas y sus hijos muestran el escudo familiar de su madre que los representa en España. Foto: Lilia Arias/ EL COMERCIO.
Según Manuela López, para mantenerlos conectados con las costumbres españolas sus hijos viajan todas las vacaciones a ese país.