Fotografía facilitada por el Ministerio de Defensa de la llegada del religioso Miguel Pajares, el primer español contagiado de ébola, y la misionera Juliana Bohi, a la base de Torrejón de Ardoz (Madrid), para ser trasladados al hospital Carlos III. EFE
Lo que se vio en la base militar madrileña de Torrejón recordaba a una película de Hollywood. Sanitarios y técnicos protegidos con máscaras, buzos blancos y naranjas y guantes de color verde sacaron del avión militar dos sarcófagos transparentes y los pusieron con cuidado sobre camillas de un amarillo chillón.
El ébola entraba por primera vez en territorio europeo a primera hora de una mañana calurosa de agosto.
El Airbus A310 del Ministerio de Defensa español tomó tierra a las 08:15 (local) en la base militar, situada a unos 20 kilómetros del centro de Madrid. Desde Monrovia, la capital de Liberia, España repatrió al sacerdote Miguel Pajares, que con 75 años es el primer europeo contagiado del virus en la peor epidemia de la historia.
Estalló en marzo y los muertos en África Occidental superan ya los 930. Los infectados son más de 1 700.
El religioso y la monja Juliana Bohi, de origen ecuatoguineano y pasaporte español, aterrizaron en Madrid a bordo de uno de los aviones militares que habitualmente utilizan el presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, y los miembros de la familia real.
El aparato fue medicalizado para el viaje de ida y vuelta en busca del sacerdote enfermo de ébola.
En uno de sus pasillos se alinearon las cápsulas de aislamiento, que parecen sarcófagos transparentes.
En ellas metieron a Pajares y Bohi en Monrovia y en ellas permanecieron ambos hasta que estuvieron en las habitaciones dispuestas para ellos en el hospital Carlos III de Madrid.
La caravana sanitaria no pasó desapercibida. Automóviles y motos policiales, luces encendidas y sirenas escoltaron por la autopista y las calles de Madrid a tres ambulancias equipadas con medios de aislamiento biológicos. Pajares iba en una, en la otra iba Bohi.
Un helicóptero acompañaba desde el aire. El gran despliegue fue “para evitar tener cualquier accidente en el traslado de un paciente de estas características”, dijo el responsable de Sanidad de Madrid, Francisco Javier Rodríguez. Pajares tiene “una situación clínica estable”, según el parte médico.
Está “un poco desorientado” y con fiebre, pero sin hemorragias, que suponen uno de los mayores riesgos de contagio. Tiene “muchas posibilidades” de mejorar y su curación es “cuestión de ganar tiempo”, aseguró el jefe de medicina intensiva del hospital, Abelardo García.
El test de ébola que se hizo a la monja en Monrovia dio negativo, pero hasta que se confirme el resultado, en España es tratada con las mismas precauciones con las que se trata al sacerdote infectado. Toda la planta sexta del hospital Carlos III se ha reservado para Pajares y la monja.
Los pacientes que había en el centro fueron trasladados a otro para evitar riesgos. Los dos fueron internados en habitaciones especiales en las que entra pero de las que no sale el aire, entre otras medidas de aislamiento.
Un equipo médico con internistas, intensivistas, enfermeros, auxiliares y otros sanitarios cuida de ellos.
Los trajes, el material sanitario y todo tipo de objeto con el que se los atiende es incinerado inmediatamente después de su uso. Es la primera vez que un paciente con ébola entra en Europa, “pero no la primera vez que nos enfrentamos a una enfermedad parecida desde el punto de vista del contagio y la mortalidad”, dijo un alto cargo de Sanidad de Madrid.
Las críticas de improvisación y falta de preparación para asumir este caso se repiten desde que el gobierno de Mariano Rajoy decidió el martes por la tarde repatriar al sacerdote.
Existe temor, también en ámbitos sanitarios, a que pueda escaparse un virus con una tasa de mortalidad tan alta como el ébola.
Las autoridades y algunos expertos repiten insistentemente que no se propaga por el aire, que para un contagio es necesario entrar en contacto con fluidos corporales, sangre, secreciones u órganos. “Tranquilidad”, pidió Rodríguez.
La posibilidad de transmisión “es muy pequeña”. El riesgo de contagio es “mucho menor” que el que en su día tuvo la gripe aviar, dijo.