El enduro erosiona los cerros y montañas de Quito. Se trata de una de las actividades que cada vez tiene mayor acogida entre los motociclistas capitalinos. Sin embargo, las autoridades advierten que tiene un impacto negativo en el medio ambiente.
Consiste en recorrer los cerros en motocicletas abriendo camino por medio de la vegetación. Para las personas que practican este deporte de aventura, es una actividad que permite quitar el estrés, conocer gente y estar en contacto con la naturaleza.
Pero las autoridades coinciden en que se genera un daño al ecosistema. Dicen que hace falta más precisión en la ley para poder sancionar.
El enduro como deporte
El enduro es considerado un deporte sobre ruedas y cada vez tiene más adeptos. Milton Garrido, propietario de un local de venta de motos y fanático del enduro, explica que en Quito hay distintas agrupaciones de amigos que se dedican al enduro ejecutivo.
Salen los fines de semana en grupos que van desde los ocho hasta las 25 personas y eligen una ruta.
Él suele frecuentar la del norte. Empieza en El Condado y termina en la Mitad del Mundo. Cruza las montañas de Pisulí, Pomasqui y termina en el Casitagua.
El trayecto les toma cerca de cinco horas en las que según Garrido, comparte con sus amigos, se ejercita y vive de manera distinta la naturaleza. Eso sí, aclara que utilizan senderos que ya están abiertos por la gente, y asegura que en cada viaje pasan recogiendo los desperdicios que las personas arrojan en las montañas.
El enduro es costoso. Un traje completo con todos los accesorios para practicarlo puede costar desde USD 650 hasta USD 3 500. Y una moto bordea los USD 15 000. Para Garrido, no hacen daño a las montañas ni a los sembríos ya que el impacto es mínimo. Pero la Secretaría de Ambiente no coincide con eso.
El enduro pone en riesgo el ecosistema
Gustavo Galindo, director de Patrimonio Natural de la Secretaría de Ambiente de Quito, explica que las motos causan varias afectaciones al suelo y a la fauna.
Asegura que con el trajinar de las motos se rompe el suelo y se da inicio a la formación de lo que se conoce como carcabas, es decir, desprendimiento de suelo que se profundiza y forma una especie de lacra en la montaña. Además, el perfil natural del suelo se pierde.
Explica que los senderos que utilizan se vuelven drenajes por donde se encausa el agua, lo que arrastra el suelo y profundiza la grieta.
También tiene un impacto en la fauna silvestre. Debido al ruido de las motos, las aves abandonan esos lugares, incluso muchas veces los vehículos dañan las pequeñas plantas donde anidan aves. El derrame de aceites o combustibles es otro de los riesgos.
Se han evidenciado huellas en cerros como el Casitagua, La Marca y en el Ilaló.
¿Qué dice la ley sobre el enduro?
Tanto el páramo como el bosque seco son ecosistemas frágiles y tienen un estatus legal de protección. Hay un régimen especial en el Código Orgánico del Ambiente que establece claramente la protección absoluta de esos espacios. Pero hace falta especificar el tipo de daño que ocasionan las motos y las multas.
¿Quién controla eso en Quito?
La Secretaría de Ambiente tiene control sobre páramos y fuentes hídricas junto con el Fondo para la Protección del Agua; además en suelos urbanos. El control de bosques secos y suelos rurales le compete al Ministerio del Ambiente.
“Nosotros lo que hacemos en caso de encontrar una falta es enviar un informe técnico pero la instancia sancionadora es la AMC (Agencia Metropolitana de Control)”, explicó Galindo.
Pero la AMC comentó que ese control no es su competencia.
Hasta el momento, ni la Secretaría de Ambiente, ni la AMC, ni el Ministerio del Ambiente han sancionado esta falta. Las autoridades admiten que sí han recibido quejas de la comunidad sobre esa actividad pero para sancionar se debe actuar en flagrancia.
No hay una norma específica que hable sobre el daño que las motos causan al ambiente, por lo tanto el Municipio no puede multar. Una alternativa podría ser que el Concejo Metropolitano apruebe una ordenanza para prohibir a las motos recorrer montañas a campo traviesa.
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