Redacción Guayaquil
Apenas se ven las ventanillas de cobro. Detrás, en los asientos, están las cajeras y los oficiales de crédito. Son las 09:50 y aún no empieza la jornada en la agencia Córdoba de la Cooperativa 29 de Octubre, en el centro de Guayaquil.
Adentro, los empleados esperan que termine el horario de racionamiento, que iba de las 06:00 a las 10:00. Afuera, unas 30 personas hacen fila para ingresar al local, a la espera de que llegue la electricidad.
Un panorama similar se repite en las agencias de las entidades financieras como Proamerica, DelBank, Banco del Pichincha y otras que no cuentan con una planta de generación de energía y que deben paralizar sus actividades, nuevamente, a las 15:00.
Pablo Velasco, cliente de la Cooperativa 29 de Octubre, lleva 40 minutos esperando que abran la entidad para hacer sus depósitos. “He perdido casi una hora en la mañana solo porque no hay luz. Ahora perderé más tiempo hasta cuando pueda hacer el depósito. Ese tiempo no lo recupero”, dice.
Velasco trabaja en una empresa de bienes raíces y ahora, las nueve horas que trabajaba normalmente se han reducido a solo cinco. “Los jefes se van a reunir para ver cómo recuperamos las horas perdidas, pues bajó la productividad laboral y el trabajo se acumula”.
Con los apagones, las ocho horas de la jornada de Marjorie Zambrano se redujeron a cuatro. Eso también ocurre con sus compañeros en una de las agencias bancarias ubicada en el sector de la Bahía, en Guayaquil.
Según Zambrano, cuando no hay luz no se hace nada, ya que los clientes no pueden realizar sus operaciones. Además, la entidad cierra las puertas.
“En esta agencia, las transacciones se redujeron de 2 000 a 1 200 por día. La producción bajó a casi la mitad, pues por cada hora de trabajo tenemos una meta y no la hemos cumplido. Y como trabajamos la mitad, producimos el 50% y eso si es muy delicado”.
Zambrano contó que los empleados que trabajan en una agencia que no posee planta de generación serán trasladados a las oficinas de los centros comerciales, para que terminen sus jornadas laborales y no bajen sus niveles de productividad.
Los empleados de los bares y discotecas también redujeron sus jornadas de trabajo. Aunque varios centros de diversión disminuyeron el personal para bajar costos, pues prevén que no tendrán el mismo nivel de ingresos.
Marcos Peláez, de 24 años, tuvo que dejar de atender uno de los bares de la zona rosa de Guayaquil. “En esta semana registramos casi nada de clientes. Y por eso se redujo la mitad del personal, porque no se hacía nada en los bares. El negocio fuerte será ahora los fines de semanas”.
En las peluquerías, farmacias y bazares también disminuyeron las ventas, ya que sin la energía no podían atender a los clientes.
María Campuzano, empleada de una peluquería en el norte de la ciudad, redujo su trabajo a la mitad. “Solo paso leyendo periódicos, llenando crucigramas y conversando. No se puede trabajar por completo y eso afecta porque no se podrán obtener los ingresos para pagar arriendo, servicios básicos y al personal”.
Las cajeras de las farmacias ahora registran las ventas en un cuaderno para luego ingresar los valores en la computadora. Marlene Cáceres, de una cadena de farmacias, dijo que ahora se hace doble trabajo en los registros. “Es retroceder, solo por no haber luz”.