A 25 años de la despenalización de la homosexualidad en Ecuador se conmemora un mes más del Orgullo Lgbtiq+, todavía con deudas para las poblaciones a las que Édgar Vega nombra como diversidad sexogenérica. Es una apropiación -explica como parte de la siguiente conversación- de lo que las teóricas feministas llamaron el sistema sexogénero para evidenciar a una gran variedad de poblaciones.
¿Cómo habría que entender hoy al Orgullo Lgbtiq+?
Las demandas han ido de la mano con las de los movimientos sociales; muy próximas, en este caso, a los feministas. Ha habido un largo proceso, sin el cual no se podría entender lo que está pasando. Hay que mirar qué fue lo que había antes de esos 25 años para revisar cuáles han sido los impactos de las políticas públicas y cómo entender las dinámicas de hoy.
¿Qué grandes cambios hay respecto de antes del año 1997?
Hace 25 años, todavía se hablaba de comunidad y de comunidad Glbti. El paso a lo Lgbti supone la presencia de la lucha feminista de las mujeres lesbianas y la -no menos perturbadora para la heteronorma- de manifestaciones trans y de la reivindicación de la vida de las poblaciones intersex. Hoy se incluye queer y el signo +.
En el caso ecuatoriano, ¿qué encierran las luchas?
Hay cuatro discursividades para entender las diversidades sexogenéricas. La jurídica es la que ha marcado avances en el plano normativo. La lúdica se roba el protagonismo, con las fiestas globales del Orgullo. Una tercera tiene que ver con el marco sanitario. Y, finalmente, está la discursividad organizativa.
Pese a eso, siguen las vulneraciones de derechos.
Las poblaciones sexogénero diversas se debaten en los mismos problemas que el conjunto como la pobreza, la marginalidad, el racismo. No hay tanto qué celebrar en el mes del Orgullo, es una invitación a revisar las condiciones de precariedad que se mantienen. Y cómo hay problemas estructurales que, por un lado, permiten a unos con más poder adquisitivo acceder a la dinámica del mercado global. Pero por otro lado, la mayor parte de la población sigue viviendo en la exclusión y desposesión.
Las trans son un ejemplo.
Así es. Son las poblaciones que han iniciado las gestas por el reconocimiento de los derechos de las diversidades aquí, en EE.UU., en España, Brasil, Chile. Siempre poniendo el cuerpo porque ya no tienen qué perder. Lo han perdido todo.
¿Qué ha fortalecido el proceso?
En el caso latinoamericano, y particularmente en el ecuatoriano, se alían con el feminismo para entender que el núcleo duro de la discriminación sigue siendo la feminidad. Esa es la dimensión política: entender a lo femenino, colocado en la estructura de esta sociedad, para siempre ser subordinado, postergado.
Pese a la reivindicación, ¿qué es lo que mantiene la violencia?
En 25 años hay una amplitud en los marcos de referencia para entender la diversidad sexogenérica. Pero la sociedad, estructuralmente, es patriarcal, machista y misógina. Y va a reaccionar siempre desde esa misoginia contra todo lo que vulnere la estabilidad identitaria. Pero además vivimos un momento crítico de explotación del odio en distintos niveles.
¿Quién se hace cargo?
El Estado se ha enriquecido con normativas que la sociedad le ha permitido desarrollar. Porque todas han sido consecuencia de luchas en las que ha habido vidas que se quedaron en el camino. Ese Estado debe desarrollar políticas públicas que enfrenten los temas estructurales.
¿Lo está haciendo?
Este gobierno no ha hecho nada para, a través del Estado, frenar ese odio. No destina los recursos necesarios para que el odio desaparezca. Eso es a través de políticas públicas que afecten a los contenidos en los medios de comunicación, a las políticas de seguridad. Desarrollando dispositivos en el sistema educativo para que la gente logre, desde tierna edad, desmantelar ese odio.
¿Por qué en el informe a la nación pareció que habría un gran avance en derechos Lgbtiq+?
Hay un ejercicio disuasorio del conflicto. Permanentemente salen encuestas sobre la vulnerabilidad de las poblaciones sexogénero diversas. En la región se suscriben marcos regulatorios que favorezcan su vida digna. Si eso se está dando no es porque las cosas estén bien. Hay niveles de conflicto que este gobierno disuade y genera mensajes trampa para eludir la enorme responsabilidad que ha tenido el Estado, por ejemplo, en la muerte de trabajadoras sexuales trans por covid. Nadie sacó ningún registro oficial de eso.
Hoja de vida
Coordinador académico de la maestría en Género y Comunicación de la Universidad Andina Simón Bolívar. Doctor en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, magíster en Comunicación.
Escribe sobre género para revistas nacionales e internacionales y pertenece a la Red Unitwin en Género, Medios y TIC, de la Unesco.