Desde el empinado mirador del cerro El Calvario, la ciudad de Zaruma luce como una pintura cubista. Alargadas casonas, de maderas envejecidas y techados de arcilla, se descuelgan de dos pequeños cerros de la cordillera Vizcaya. En este enclave, en el sureste de El Oro, el precioso oro es explotado desde la Conquista.
La historia minera de Zaruma, urbe patrimonial desde 1990, se remonta a la llegada de los españoles. En 1539 los españoles descubrieron una rica veta aurífera a la que llamaron Vizcaya. Fue allí donde 11 años más tarde el español Alonso de Mercadillo fundó el Asiento de Minas de Zaruma.Dos siglos más tarde, la actividad minera se había consolidado. “Para 1779 sobreviven 50 mineros, que ocupan a 300 trabajadores blancos nativos; también 500 ó 600 mestizos dedicados a beneficiar (lavar) las arenas del río Amarillo”, reseña el antropólogo orense Rodrigo Murillo, en informes de aquella época.
Debió pasar un poco más de un siglo, para que la extracción del yacimiento aurífero de Zaruma tuviera su primera incursión extranjera. En 1880 llegaron los ingleses, con la minera Great Zaruma Gold Mining. Les fue mal. Llegaron posteriormente los estadounidenses. La South American Development Company, parte de una poderosa transnacional minera, arribó 16 años más tarde, en pleno auge de la revolución industrial. La minera transformó el pequeño campamento minero zarumeño, bautizado como Portovelo, reconocido como el primer centro minero del país.
Zaruma y su ex parroquia Portovelo comparten bajo sus entrañas el mayor yacimiento aurífero explotado actualmente en Ecuador.
La veta que atraviesa ambas localidades recorre por debajo de ríos y cerros. Allí, las concesiones cubren 2 800 hectáreas, operadas por 180 sociedades mineras, según la Cámara de la Pequeña Minería de Portovelo.
La minería en Zaruma es de enormes contrastes. Abajo, en la cadena, está el precario trabajo de los ‘jancheros’. Mujeres y niños, familias enteras, extraen el barbasco, -la roca que desechan las empresas mineras en el proceso de perforación-, y lo llevan a triturar a los molinos. El ‘jancheo’ es el sustento para 3 000 personas, según un estudio sobre uso de metales en la minería del Ministerio del Ambiente.
Para muchos otros mineros, como los hermanos Javier y Carlos Méndez, el sustento depende del trabajo en la propiedad de otros. Oriundos del cantón Durán, los Méndez alquilan la mina y el molino donde luego trituran la roca para tener el mineral. “El señor que nos alquila la mina también es dueño del molino. El trato es que él se queda con una parte de lo que extraemos”, explica Carlos.
La minería informal trae dolores de cabeza al Municipio, que no la quiere cerca del área patrimonial. A los informales se los acusa de abrir socavones de manera antitécnica y, con ello, de contribuir a deslizamiento de los cerros que circundan la ciudad. El alcalde Danilo Mora dice que la actividad extractiva sin control se está regulando en la ciudad, a través de ordenanzas.
Zaruma también tiene minería tecnificada. Un ejemplo es la minera Bienes Raíces S.A. (Bira). La empresa da trabajo a más de 100 obreros y es una generadora de comercio local, por su constante demanda de artículos y alimentos.
Bira tiene su mina en las afueras de la ciudad, dentro de un predio fortificado. En la mina, grupos de 30 mineros trabajan en varios turnos diarios. El kilómetro de galerías subterráneas alcanza los 150 metros de profundidad. Para Pío Torres, minero y maquinista del vagón que carga la roca, trabajar bajo tierra tiene ciertas ventajas. “El día se va rápido”. La seguridad del minero depende de un par de guantes de caucho, un casco con linterna, botas, un overol impermeable y una gruesa mascarilla.
Zaruma mantiene una relación de amor y odio con la minería. Es fuente de trabajo y de comercio, pero también de tragedias.