Los habitantes de Mulaló, la parroquia rural del cantón Latacunga más cercana al volcán Cotopaxi, tienen presente lo que ocurrió en el 2015, cuando el coloso inició su proceso eruptivo.
María Angélica Quiliquinga, de 68 años, recuerda que por el susto y la desesperación su esposo e hijos abandonaron la vivienda en donde residían junto con sus animales. Ella, a pesar del miedo que sentía, decidió quedarse y cuidar lo poco que tenía.
Fernando Funalata ha vivido 22 de sus 58 años en la parroquia. El hombre comenta que se negó a dejar su casa pese a las recomendaciones de las autoridades. “Mucha gente se fue desesperada y lo dejó todo. Después ya les fue difícil recuperar lo que perdieron”, dice.
Quiliquinga y Funalata coinciden en que hubo demasiada alarma y muchas personas, por el miedo, optaron por salir del lugar.
Por ello, ante la nueva alerta por el incremento de actividad en el volcán, los moradores aseguran que se sienten tranquilos, aunque reconocen que, en caso de una actividad mayor, no sabrían cómo actuar.
“¿A dónde nos vamos a ir? En Mulaló yo no conozco de ningún albergue o sitio para acudir si ocurre una explosión”, indica Funalata.
Moradores de Ticatilin y San Ramón
María Manuela Mayitaxi vive en el barrio Ticatilin, un poblado con pocas viviendas ubicado en la cara sur del Cotopaxi. De la reciente actividad del coloso se enteró por su hijo, quien tiene una tienda en la zona. Pese a estar cerca del volcán, la mujer dice que no escuchó ni sintió nada el pasado viernes.
Desde que tenía 15 años María convive con el volcán y ya se ha acostumbrado a sus ‘rugidos’. Al igual que
Quiliquinga y Funalata, tiene en la memoria los hechos del 2015. Rememora que sus hijos salieron de la zona y le insistieron para que ella haga lo mismo. Sin embargo, junto con su esposo se quedaron y “con la ayuda de Dios no les pasó nada”.
A pocos kilómetros de Ticatilin se encuentra la comuna San Ramón, un sector mayoritariamente dedicado a la agricultura. En un sembrío trabajan la tierra Mercedes y José Tonato. La mujer, de 54 años, comenta que se enteró de la alerta amarilla en redes sociales y asegura que siente tranquila.
“Después de lo del 2015 nadie nos saca de aquí. Mi mamá, al ver que perdió su ganado, que era lo único que tenía y cómo se ganaba la vida, se deprimió”, recuerda.
Ahora, ante una emergencia, Mercedes pide que se consideren también a los animales que son parte de sus vidas y que les permite generar ingresos.
El pasado 21 de octubre, día que se registraron sismos y salida de vapor de agua con ceniza en el volcán Cotopaxi, la familia Tonato no se asustó. “Son alertas pero no debemos alarmarnos y las autoridades no tienen que improvisar”.
Mesas técnicas y trabajo en las parroquias
El presidente del GAD parroquial, Nelson Ávila, menciona que en el 2015 casi la mitad de los 15 000 habitantes, por desconocimiento, salieron de Mulaló y sectores aledaños y vendieron sus casas y ganado a un precio irrisorio.
Para que esa situación no se repita y con la experiencia que les dejó el proceso del Cotopaxi en 2015, el funcionario asegura que están tomando acciones.
Ávila señala que la alerta amarilla que levantó el Servicio Nacional de Gestión de Riesgos el 22 de octubre del 2022, tras el incremento de actividad en el volcán, dispone actualizar los planes de contingencia a los municipios, prefecturas y gobernaciones. También se activarán mesas técnicas para conocer de cerca las necesidades de la comunidad.
“Nosotros estamos trabajando en la actualización y esperamos lo más pronto reunirnos con las autoridades para tener las directrices”, sostiene.
El funcionario indica que desde el 2015 se han realizado simulacros, capacitaciones y eventos de preparación ante una emergencia, pero se suspendieron en el 2020 por la pandemia del covid-19.
Diego Molina, técnico de la Unidad de Gestión de Riesgos de la Prefectura de Cotopaxi, también recuerda los hechos del 2015 y señala que “se deben corregir errores”.
“Ya tuvimos un evento en agosto del 2015. Eso fue una tremenda experiencia y queremos que la decisión de la alerta amarilla nos ayude en este proceso de capacitación a las comunidades”, dice.
En ese sentido se están generando procesos de planificación, análisis de cómo puede evolucionar el evento, además de establecer posibles escenarios y trabajar sobre ellos.
Desde el próximo 31 de octubre está previsto que se reactive la Copae (Comisión parroquial para emergencias) con el fin de trabajar en temas específicos como el abastecimiento de agua, la ganadería y asistencia humanitaria, en caso de una erupción.
Molina explica que decidieron trabajar primero en mesas técnicas para conocer de cerca lo que pasa en el territorio y saber cuáles son las necesidades de la comunidad y así ser más efectivos.
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