En Tungurahua es época de subirse a los árboles de frutas para renovarlos con la poda y el injerto

Avelino Ramírez utiliza una pequeña escalada elaborada con madera para llegar a las ramas más altas de los árboles de frutas. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO

Los fruticultores de Tungurahua están en plena poda e injertos de sus plantas. Es una actividad que realizan cada año para mejorar la producción en sus huertos y obtener nuevas variedades de frutas. Esa tradición la mantienen hace décadas.

Estas habilidades agrícolas se mantienen vigentes pese a que los huertos frutales poco a poco desaparecen en la provincia.

Avelino Ramírez, de 66 años, es uno de los fruticultores expertos. Desde mayo hasta agosto del 2021 se desarrollan estas técnicas. En esta temporada es uno de los agricultores más ocupados del cantón Cevallos, junto a Ricardo Cáceres, otro de los conocedores de estos saberes agrícolas. Ellos son contratados por los dueños de las huertas de Montalvo, Alobamba, Píllaro, Cevallos y otros sectores de la provincia donde aún se produce la fruta.

Previo a un diagnóstico se realiza la poda de formación que se aplica cuando los árboles están en crecimiento, la de fructificación al cuarto año que se inicia la producción y de renovación que se emplea en el árbol envejecido. “Las podas se aplican de acuerdo al estado de la planta”, dice convencido.

Con una tijera especial se corta las partes secas, dañadas y maltratadas de los árboles frutales. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO

Ramírez utiliza una pequeña escalada elaborada con madera para llegar a las ramas más altas de los árboles de manzana, pera, durazno, claudia, albaricoque, la nuez, mora, la fresa y otras.

Con una tijera especial corta las partes secas, dañadas y maltratadas de una planta de manzana. Cuenta que la poda es una forma de dejar limpio el árbol frutal para la próxima cosecha.

Las técnicas de la poda y del injerto las aprendió a los 15 años. Se interesó por la fruticultura aunque su padre no era un experto en el tema. Busco información e ingresó en todos los cursos que en esos tiempos se dictaban en la Facultad de Agronomía de la Universidad Técnica de Ambato (UTA), el Iniap, el técnico Méntor Mera, las onegés y otras entidades.

En 1985 con la llegada del ‘Proyecto Tungurahua’ se trajeron nuevas variedades de frutas, especialmente de la manzana. “Antes solo teníamos la manzana Emilia y la Tortera, pero llegaron variedades como la Royal Gala, Royal Delicius y más que aún se mantienen en producción gracias a los injertos.

Ramírez es presidente de la Asociación de Fruticultores Jesús del Gran Poder de Cevallos. A través de esa organización ha compartido sus conocimientos con los 20 socios. Se lamenta porque el ingreso de la fruta extranjera hizo que desplazara a la producción nacional y no tienen un mercado establecido para comercializarla.

Dice que los bajos precios desobligaron a los fruticultores, que en una gran mayoría decidió tumbar los árboles y dedicarse a otro tipo de cultivos como la mora y la fresa. “Antes enviábamos manzana a Colombia y Perú, nos compraban porque eran las mejores de la región. Se caracterizaban por su gran tamaño, contextura y sabor. Pero ahora es complicado competir”, asegura el agricultor.

Su recomendación es que las podas se efectúen con la Luna llena o creciente y antes de que empiece la época de florecimiento en los árboles frutales. De ese modo, asegura, se obtienen mejores productos, flores y hojas más grandes.

Los huertos frutales poco a poco desaparecen en la provincia de Tungurahua. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO

Muchas de sus plantas de su propiedad ya tienen más de 25 años. Él invierte en el cuidado de su huerta donde produce manzana, durazno, pera y claudia y mora.

El agricultor asegura que si no se hace bien la poda se podría secar y matar a la planta, por eso aconseja que lo haga una persona que conozca esta técnica.

Ramírez también se especializó en los injertos que es un método que los fruticultores utilizan para propagar, mejorar variedades de frutas, rejuvenecer los huertos, obtener mayor producción en menos tiempo y en abundancia.

Se hacen varios tipos de injertos, pero las más usadas son la de yema y púa.

Otro de los expertos es Ricardo Cáceres, de 52 años. Aprendió estas técnicas de la mano de Ramírez y en cursos que se dictaban en la UTA. “Mi padre tenía un huerto de manzana Emilia; a los 20 años me interesé por la fruticultura y por eso seguí los cursos y comencé a plantar nuevas variedades como la pera, claudia, durazno y manzana”.

El hombre dice que las podas en los frutales se deben realizar cada año, porque eso garantizará que el agricultor obtenga un producto de calidad, pero sin olvidarse de cumplir otros tres pasos fundamentales como es la colocación de abono orgánico, el riego y las podas anuales.

Asegura que, además de las podas se puede injertar, es decir, con este proceso se logra cambiar la copa y el tallo. Se usa mucho con la manzana, pera, la claudia, la nuez y durazno, que tienen poca producción.

Lo recomendable es injertar en una planta de un año, porque a esa edad el árbol ya tiene un metro de alto y a un grosor similar al dedo pulgar, dice. Se debe buscar plantas frutícolas que sean compatibles.

Por ejemplo, durazno con claudia, pera con membrillo, capulí de la variedad común con chaucha negro.

Las ramillas deben estar frescas antes de realizar el injerto.

Rosa Aguilar del barrio Jesús del Gran Poder de Cevallos es otra de las expertas en estas técnicas. Aprendió la poda y el injerto de su esposo, especialmente en la mora y los árboles de hoja caduca.

En las plantas de mora la poda debe efectuarse cuando la rama deja de producir para dar paso a una nueva.

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