El terremoto del 16 de abril devela problemas de medio ambiente como la contaminación. Foto: Alfredo Lagla / EL COMERCIO
Tras el terremoto, dos problemas se presentaron principalmente a las autoridades ambientales nacionales y locales de las zonas afectadas: el reciclaje de escombros y el manejo de desechos.
En el primer caso, desde el 17 de abril ha sido casi imposible establecer un programa eficiente de reciclaje de los restos de paredes, techos y demás debido a que estos residuos de las construcciones están contaminados con bifenilo ploriclorado, asbesto, plomo, restos humanos y animales, entre otros. Esto ha obligado a las autoridades a enviar directamente todo este material, que suma aproximadamente 750 000 metros cúbicos diarios, a nueve escombreras ubicadas en Portoviejo, Manta, Sucre-Bahía, Rocafuerte, Pedernales, Jaramijó, Montecristi, Bolívar-Calceta y Jama.
En cuanto al manejo de desechos sólidos, el Ministerio del Ambiente informa que solo las ciudades grandes como Manta y Portoviejo cuentan con rellenos sanitarios construidos con especificaciones técnicas. En las otras localidades, los desechos se envían directamente a botaderos a cielo abierto, lo que podría implicar un foco de contaminación si no se controla la cantidad de residuos que se depositan en estos sitios.
Luego del terremoto se incrementó la cantidad de desechos que generan las localidades afectadas en casi un 50%. En el primer mes del desastre se han recolectado 950 toneladas por día en los cantones manabitas. Tan solo en Manta se pasó de 170 toneladas/día a 256.
La basura común se traslada a los botaderos regulares o se procesa como antes en cada municipio. Sin embargo, el MAE coordina que los tratamientos sanitarios sean recogidos y tratados por empresas especializadas, ya que ninguna entidad pública tiene esa capacidad del tema. Todos los medicamentos caducados, jeringuillas, gasas, agujas, y demás residuos hospitalarios no se pueden mezclar con la basura común, por su peligrosidad. Estos se recogen en todas las casas de salud y en los albergues.
En el caso del cantón Muisne, en Esmeraldas, sus ocho parroquias depositan sus desechos sólidos en un único botadero de basura a cielo abierto ubicado en la cabecera cantonal. El alcalde, Eduardo Proaño, afirma que no cuentan con un relleno sanitario con condiciones adecuadas y a eso se suma la deficiente recolección.
Al momento tienen una sola volqueta para recoger toda la basura del cantón. Los otros tres carros recolectores que servían para ese propósito tienen averías desde hace seis meses y el día del terremoto sufrieron nuevos daños por la caída de escombros, dice Proaño. “No hemos tenido recursos para solucionar los problemas en los vehículos. Muisne tiene un alto grado de salinidad y eso hace que los carros presenten daños en la estructura metálica”.
Para acopiar los desechos con la única volqueta disponible se elaboró un cronograma, que consiste en visitar dos parroquias al día. Los habitantes acumulan los desechos en las esquinas o en los portales de sus casas.Antes del terremoto, en San José de Chamanga el volquete acudía los miércoles a retirar la basura. Ahora, con la llegada de ayuda y de organismos de socorro, los desechos se llevan en volquetas que dispusieron varias instituciones.