El sombrero de lana de borrego es parte fundamental de la indumentaria en la cultura indígena cañari. Su origen se remonta a la Colonia y se creó para proteger la cabeza del intenso frío andino y del sol.
Detrás de su uso cotidiano hay una carga de simbolismo relacionado a la complementariedad del ser humano y la naturaleza. Su uso entre los cañarejos también varía de acuerdo con la ubicación y estado civil, señala Belisario Ochoa, profesor del Instituto Quilloac.
El cantón Cañar tiene una población de 59 323 habitantes, de los cuales 23 153 se consideran indígenas, según el Censo de Población del 2010. Ellos usan el sombrero típico de color blanco, semiesférico. Es de ala angosta, que mide ocho centímetros, en la que se destaca un ribete de color vivo en el filo.
Los apliques adicionales imponen la diferencia y tienen su significado. El del hombre lleva un cordón dorado en la copa y de la punta cuelgan dos borlas de lana blanca. En cambio, la mujer puede lucir uno con cinta blanca y un aplique o solo con un aplique.
En ambos casos, la persona soltera usa ese sombrero con las motas hacia delante, y la casada, hacia atrás, dice Gregorio Quishpilema, concejal de Cañar. En la copa exterior del sombrero hay unos hilos blancos -casi invisibles- que imponen divisiones simétricas.
Según Quishpilema, esto simboliza la luna y su relación armónica con el ciclo agrícola (siembra y cosecha). En celebraciones especiales familiares o comunitarias, el sombrero que utilizan los participantes es muy limpio o nuevo.
La mujer usa el sombrero blanco con otros apliques llamativos como una cinta ancha amarrada en la copa y una roseta de colores vivos.
La roseta va hacia el costado derecho y la cinta es larga. Según Ochoa, este diseño denota belleza, juventud y riqueza.
La cinta blanca la usan las solteras y la negra, las comprometidas. La roseta tiene cuatro capas de colores suaves y fuertes y cada uno representa al descanso de la tierra, la siembra, la floración y la cosecha.
En Cañar no ha habido un taller de elaboración de estos sombreros, pese a que en sus poblado el uso de este accesorio es permanente. Los artesanos de Pelileo y Riobamba abastecen a los almacenes de Cañar y de cantones vecinos como Suscal, en donde también hay población indígena.
Desde Cañar se envía la lana de borrego, dice Martín Mayancela, vicepresidente de la Unión Provincial de Comunas y Comunidades de Cañar.
En los almacenes del cantón se colocan los apliques de acuerdo con el pedido del cliente. La indígena Rosa Cuvi vende sombreros en el Mercado 25 de Junio. El blanco y de estilo simple cuesta USD 15 y con los apliques, va de 18 a 20.
Los niños de hasta 5 años utilizan gorros tejidos de lana y de allí en adelante, el típico sombrero. En las fiestas, los pequeños de los centros educativos bilingües lo lucen para denotar elegancia y respeto por su cultura, dice Mayancela.
Según José Tenelema, de 45 años, se pone el sombrero desde que tenía 5, al igual que sus tres hijos. En promedio, este accesorio le dura dos años utilizándolo los 365 días. Cuando llueve no se lo saca. Solo lo protege con una funda plástica.
Para Mayancela, hasta inicios del siglo pasado el sombrero tenía un ala muy corta (de unos cinco centímetros) y prevalecían las tonalidades blanca y negra. Esto porque dentro de la cosmovisión andina se creía que el primer color contrarrestaba las malas energías y el negro protegía a la persona de las enfermedades reumáticas.
Por eso Mayancela cree que sus antepasados no padecían de esa enfermedad. En la actualidad, el uso de los colores también varía de acuerdo con la situación geográfica de las comunidades. Por ejemplo, en la comunidad indígena de Guairapungo, los sombreros no tienen apliques sobresalientes y en Sisid los apliques son solo de colores fuertes.