Dulcería La Palma. Foto: EL COMERCIO
Borrachitos, alfajores, lenguas de gato, aplanchados, caracoles, negritos , pañuelos relleno de crema pastelera, relámpagos, dulce de higo, orejitas, tartaletas, bolitas de chocolate, budín, flan, dulce de crema, volteado de piña, biscotelas, pasteles de carne, empanadas, chorizo…
Son entre otras delicias parte de la oferta que, desde 1908, realiza en Guayaquil la Dulcería y Cafetería La Palma.
Se trata de la cafetería más antigua del Puerto Principal vigente con 106 años con sus actuales dueños de llevar su sabor a propios y extraños.
En pleno centro de la ciudad, en Escobedo y Vélez, es sitio diario de encuentro de personas de edad avanzada o de jóvenes que en algún momento fueron llevados allí por sus padres y abuelos.
La Dulcería La Palma fue fundada en Guayaquil a fines del siglo XIX en la calle Luque y Pichincha, con el nombre La Luna. En 1901 Florentino Cabanas, en ese momento el dueño, trajo desde España como maestro pastelero español Martín Costa Carbonell.
Para ese entonces Cabanas había cambiado el nombre a Dulcería La Palma.
Luego de unos años Martín Costa se convirtió en el administrador de La Palma y el 1 de agosto de 1908 la compró.
En el año 1950 La Palma tuvo que cerrar su local en la calle Luque por causa de un gran incendio y su sobrino, Ramón Costa Colominas, abrió la dulcería en el local donde estaba la fábrica, en la calle Escobedo y Vélez en donde funciona hasta la actualidad.
El historiador guayaquileño Rodolfo Pérez Pimentel relata que desde la última parte del siglo XIX Guayaquil se caracterizó por tener numerosos restaurantes y dulcerías como La Palma, La Dulzura, La Colmena, La Resbaladera surgidos a partir de españoles que anclaron en la ciudad.
En 1981 una nueva generación –la tercera- compuesta por los hermanos José Ramón y Jaime Costa, y Miguel Vásconez, abrieron la sucursal de Urdesa, ubicada en Víctor Emilio Estrada y Dátiles.
El 1 de Agosto del 2008 La Palma cumplió 100 años en poder de la familia Costa, la cual lleva cuatro generaciones administrando la empresa.
Beatriz Costa es parte de esa cuarta generación con su hermano Santiago y su prima María Paola quienes son pilares de la centenaria empresa. Comenta que el éxito que mantiene vigente al negocio es el conservar no solo la exquisitez del sabor de sus dulces sino también la calidez en la atención al cliente.
Y que a esa tradición, como mecanismo para extender la promoción de la dulcería, se ha incorporado el uso de las redes sociales. Ella está enfocada en el negocio junto a su padre Jaime Costa, su madre Beatriz Lértora; sus tíos José Ramón y María de los Ángeles Costa…
El público no solo disfruta de ricos dulces y postres, acompañados de un café o te, sino que puede recrear parte de la historia de la ciudad y del negocio, plasmados en fotografías antiguas en sus paredes.
También en una muestra de sus antiguos utensilios que están en una vitrina y que, en varios casos, sobrevivieron al incendio que los llevó a cambiar de local. Allí existen diez jarras, cuatro copas, cuatro azucareras y un charol, varios de ellos traídos desde España.
En la mañana lo clásico es el desayuno aunque, como explica Beatriz Costa, si alguien en la tarde lo pide, se lo preparan. La Palma también ofrece helados, lo cual como ha sido tradición, es una costumbre de antaño que se mantiene por las tardes. La atención es hasta las 20:00.
“Tengo 55 años viniendo a La Palma y el sabor y la atención son los mismos. Hace muchos años era muy común salir a pasear o salir del teatro o del cine y venir a servirse un café o un chocolate con dulces”, comentó Alicia Rodríguez, una guayaquileña de 69 años de edad.
A cualquier hora del día es común ver a los ciudadanos servirse un café o jugo con un dulce. Los más solicitados son el borrachito un postre tan antiguo como el negocio y que en el 2007 fue galardonado como el mejor de la ciudad en un concurso.
Son múltiples los personajes públicos que han llegado al negocio. Como los ex presidentes Jaime Roldós y su esposa Martha Bucaram; Clemente Yerovi; los ex alcaldes Abdalá Bucaram, Rafael Guerrero Valenzuela; los cantantes Julio Jaramillo, Hilda Murillo, Fresia Saavedra, e incluso el revolucionario argentino Ernesto ‘Che’ Guevara cuando, a inicio de los años cincuenta, residió en el barrio Las Peñas.