Hoy se conmemoran 192 años de la creación del Ecuador como república, una fecha que con el paso del tiempo ha perdido su peso histórico frente a otras efemérides, como el 24 de mayo o el 10 de agosto. El periodista y docente universitario Fausto Segovia reflexiona sobre la trascendencia de esta fecha, en el contexto de la celebración del Bicentenario de la Batalla de Pichincha.
El 13 de mayo es una fecha que pasa inadvertida para la mayoría de ecuatorianos. ¿Qué se esconde detrás de esta realidad?
Considero que el 13 de Mayo de 1830 constituye un hito histórico fundamental para la historia nacional. Lamentablemente ha sido olvidado por algunos motivos, esencialmente políticos, pero también por historiadores, investigadores y universidades. Es urgente recuperar esa memoria y generar una nueva lectura de la historia nacional que, dicho sea de paso, tiene serias falencias; en el sistema educativo esas carencias comenzaron cuando se eliminó la asignatura de historia y se fundió con estudios sociales.
¿Qué papel ha jugado el regionalismo en ese contexto?
Históricamente el regionalismo ha generado un fraccionamiento real en este país. Eso, lamentablemente, ha sido una de las cosas que no han contribuido a la constitución del Estado nación y a generar una identidad que aglutine no solamente el pensamiento, sino también las actitudes y el comportamiento de los ciudadanos. No ha existido una política seria que privilegie la recuperación de la memoria histórica.
¿Ese regionalismo sigue latente en la actualidad?
Definitivamente sí. En una visita que hice a Uruguay me dijeron que tenían la sensación de que en Ecuador existen dos países. Esa mirada que tienen las personas que están afuera debe llevarnos a una reflexión profunda de lo que somos. La conmemoración del 13 de Mayo de 1830 debe impulsar a que el país recupere su identidad histórica. Hay un vacío conceptual respecto del conocimiento de nuestra nación. Nuestros jóvenes están mirando al futuro, y eso no está mal; pero hay que recuperar las raíces y reescribir la historia del Ecuador, no solo en función de los personajes sino de la gente de a pie y de las organizaciones sociales.
¿Y usted qué piensa respecto de esa idea de que existen dos países?
Desde el punto de vista constitucional somos un solo país soberano e independiente; eso es algo que está claro desde la Constitución de 1830, pero creo que los malos políticos se han encargado de fraccionar nuestra nación. Se debería generar un nuevo liderazgo sobre las bases de las raíces históricas de nuestro país, y a eso sumarle una perspectiva ética. También tenemos que recuperar referentes y ahí juega un papel fundamental el sistema educativo.
¿Qué referentes deberíamos rescatar alrededor de esta fecha?
Uno de los referentes más importantes es que desde esa fecha somos un país libre y soberano. A la libertad política que se logró con la separación de la Gran Colombia debería sumarse la libertad económica, que hasta ahora es una tarea pendiente. Otra de esas tareas es la generación de más libertad social y de generación de nuevas oportunidades, para que la gente se quede aquí. Si bien la migración tiene causas y efectos de doble vía, no es menos cierto que es muy importante recuperar y valorar la importancia de sabernos como país. Hay que reconocer que en el ámbito deportivo hemos encontrado muchos referentes, pero faltan políticas públicas para generar más, en otros ámbitos.
¿El deporte es lo único que nos sigue uniendo como nación?
Creo que el deporte sigue estando en el primer lugar. Entre paréntesis, quienes se han destacado son personas del pueblo que, en muchos casos, sin apoyo estatal han logrado éxitos importantes. El otro referente que tiene el país es su biodiversidad. Hay que aplaudir las investigaciones que se han hecho en varias universidades y que han permitido que se reconozca a este territorio como biodiverso. Lo preocupante es que hay mucha indiferencia de parte de la gente. Ahora que estamos en manos de mafias, es momento de que los indiferentes tomemos partido por la nación y, en ese escenario, la historia es fundamental.
Hay voces que aún reclaman que este país debió llamarse Quito, ¿no cree que esa discusión ya tiene que quedar zanjada?
Respecto de ese nombre hay que recordar que existió un proyecto de Constitución del Estado de Quito que no prosperó precisamente por los afanes regionalistas de ciertas clases políticas de la Costa. Por historia, este país debió llamarse Quito. Es algo que ya lo dijeron historiadores como González Suárez, pero la situación ya está dada, así que hay que seguir y valorar lo que tenemos.
¿Se acuerda de esa famosa frase: “Ecuador, línea imaginaria”?
Como metáfora está bien, pero el país no es una línea imaginaria, sino un Estado nación en procura de una consolidación cultural, económica y política; un país pluricultural, con 17 millones de habitantes. Personalmente creo que esa idea del país imaginario es algo que ya tiene que desterrarse para siempre.
Hablando de consolidación, si lo vemos en perspectiva histórica todavía somos un país joven.
Aún tenemos muchas lecciones por aprender como país. En ese contexto, la clase política y el sistema educativo están en deuda con la historia de esta nación. No solo en relación con los personajes que todos conocemos, sino también con los procesos de pensamiento que hemos generado y que los más jóvenes deberían saber. Es cierto que somos un país joven, pero tenemos una capacidad de emprendimiento y una riqueza natural increíbles.
Hoja de vida
Académico ecuatoriano, con una larga experiencia en el campo de la educación, la cultura popular y el periodismo. Ha ejercido la docencia en la Universidad Andina Simón Bolívar y en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Fue Ministro de Educación y Cultura en el gobierno de Sixto Durán-Ballén. Es columnista de EL COMERCIO