Los pocos habitantes que se quedan en Puela parecen fantasmas. Caminan por los corredores de las casas de madera y luego desaparecen.
Una luz tenue se escapa por las rendijas de las paredes de tabla de las pocas viviendas habitadas. Está anocheciendo. El viento congela. Son las 18:30 del 10 de junio.
Ese día, los campesinos se enteraron que su comunidad estaba en alerta naranja por el volcán Tungurahua. A media tarde (15:30) escucharon a los técnicos y al Alcalde de Penipe que la alerta significa peligro por una posible erupción. La mayoría decidió dejar su hogar esa noche. Días antes se había opuesto a salir.
Puela es un pueblo de 15 casas de madera y bloque, en las faldas del Tungurahua. Pertenece al cantón Penipe (Chimborazo).En el lado izquierdo, a 2 kilómetros -yendo por un camino de tierra y lastre-, están las otras comunidades amenazadas y en alerta naranja: El Manzano y Choglontus. En el lado derecho se levantan Pungal de Puela y al frente, cruzando el río, están Palictahua, Ganshi Bajo y Capil. Puela se ve semivacía. A 300 metros, en Pungal, 20 vecinos suben al bus de la cooperativa Bayushig; desaparece en la oscuridad.
Tras 10 minutos asoma Saúl Morocho, apurado y preocupado. No alcanzó al bus. No quiere quedarse, teme que el volcán lo sorprenda. “Estaba trabajando por arriba y se me hizo tarde. Cosecho las últimas mazorcas de maíz. No hay ceniza y el maíz está bonito”.
“Iré caminando a Penipe”, dice. En carro se hace media hora, a pie una hora por lo menos.
Al ver al equipo de este diario, nos pide que lo llevemos. Sus hijos, esposa y hermanos suben al balde de la camioneta. Son 10. Casi se queda su primo Ángel, quien llega presuroso, subido en su burro Panchito.
Saúl deja encendida las luces de la humilde vivienda y coloca un candado en la puerta. Todos van a Penipe. Algunos de sus vecinos se fueron a Riobamba. Regresará al siguiente día, como lo harán otros agricultores. Las autoridades les dieron permiso para trabajar entre las 06:00 y 18:00.
Una hora y media antes (17:00), los campesinos ya están reunidos en la calle principal de Puela. Unos esperan los carros de los militares para regresar a sus comunidades a ver sus animales y luego salir a Penipe. Otros, con sus mochilas y sacos de papas, aguardan el bus de la Bayushig.
Telmo Balseca no quiere irse aún. “Voy a ver si salgo mañana. Tengo que arreglar mis cosas y ver qué llevo”. En su propiedad cultiva alfalfa, papas y maíz; y cría gallinas, cuyes, conejos y chanchos. Las 19 vacas que tiene ya las llevó -hace una semana- a otro lugar.
En el cielo despejado se ve una columna de vapor que lanza el volcán. Se escucha un bramido.
La tarde está soleada. “Ha estado nublado. Al sol no se lo ha visto por más de tres días. Lo bueno es que la ceniza se ha ido con el viento”, dice su vecino, Freddy Zurita.
El hombre espera el bus a Penipe. Allá tiene una casa que hace dos años le dio el Ministerio de Desarrollo Urbano y Vivienda, luego de la erupción del 2006. “No tengo miedo, pero es mejor evitar”. Freddy cultiva tomate de árbol. “Están lindos y en una semana ya los podré cosechar”.
A su lado, Inés Rodríguez dice que también va a Penipe a pasar la noche en el conjunto habitacional Samaritan. La vivienda la dio la fundación del mismo nombre, en el 2006. Vive con su mamá, papá y su nieto. “Yo sí tengo miedo. No quiero vivir la angustia de las otras veces”. En Puela tiene gallinas, conejos y cuyes.
Otros campesinos se marchan a sus comunidades. Víctor Zumba y 10 vecinos de El Manzano y Choglontus suben al camión militar de la Brigada Blindada Galápagos, de Riobamba.
El carro avanza por una vía angosta lastrada. A los lados, en El Manzano, aparecen casas abandonadas con techos destruidos por las piedras que ha lanzado el volcán. No hay nadie.
En la subida a Choglontus se revela un mirador y sorprende a los visitantes un paisaje de montañas azuladas e imponentes. El cielo está limpio, de un tono celeste.
El carro va parando y deja a los campesinos, quienes saltan y se escabullen por los maizales. Luego de 20 minutos se llega a la ‘zona de embarque’ de Choglontus. Víctor se baja a ver sus vacas. El camión estará hasta las 18:00 para luego partir a Penipe.
En la espera, un trueno, como si saliera del fondo de la tierra, atemoriza. Es una explosión del Tungurahua y lanza ceniza. Un hongo gris se esparce en el cielo. “Eso no es nada. Hubo unos más fuertes”, dice el suboficial Raúl Carrasco, de la Brigada.
Ya oscurece. Matilda Díaz, de 94 años, y otro vecino suben al camión. Víctor se queda. Tiene que vigilar que no se roben los bienes de los vecinos. El camión arranca y en el camino aparecen más campesinos con mochilas. Pasa por Puela y se pierde en la penumbra. Puela queda desolada.
Solo hay silencio en Palictahua
Al final del camino de Pungal de Puela, en el cantón Penipe (Chimborazo), un puente de madera colgante y poco seguro conecta con Palictahua.
Los escombros del puente de hormigón que hubo antes del 2006 siguen en el lecho del río Palictahua. Este paso fue destruido por la lava y un alud de tierra que bajaron por una quebrada hacia esa comunidad.
El desastre fue causado por la erupción del volcán Tungurahua que se produjo el 16 de agosto del 2006. Las casas que estaban en la ribera del río fueron arrastradas por la lava. Seis personas y varias reses murieron.
Desde Pungal se ven las casas de Palictahua, abandonadas. Hay más de una veintena. Casi todos los habitantes se han ido, pues en las noches no pueden permanecer allí, debido a que corren peligro por el volcán. Palictahua está frente al Tungurahua.
Solo Luis Villavicencio, de 90 años, y su perro Pan Grande se quedan allí. Él perdió a su esposa Catalina, quien murió quemada por el vapor.
Tenga en cuenta
En el momento de conducir tenga cuidado. La ceniza que está en la calzada puede hacer que esta se vuelva resbalosa y más si se moja. Si va a alta velocidad podría deslizarse y sufrir un accidente. Además, es recomendable manejar despacio para evitar levantar el material, pues este afecta al motor y a los filtros.
La ceniza tiene varios elementos que pueden afectar a la piel. Si esta ingresa al sistema respiratorio puede causar
varios daños, principalmente a los niños y personas de la tercera edad. Además, puede desatar problemas en la piel, por eso es recomendable lavarse con abundante agua y usar cremas humectantes.
En los cultivos, la ceniza afecta a las plantas, por eso es recomendable retirarla de las hojas con ramas o de ser posible con agua. Sin embargo cuando se moja, esta forma una especie de cemento y se fragua al secarse. Por eso es necesario remover la tierra para que las plantas no mueran o no se vean afectadas.
Las prendas que han estado expuestas a la ceniza deben ser sacudidas antes de su lavado. Luego hay que ponerlas a remojar en detergente. Si va a ponerlas en la lavadora, enjuáguelas con agua y métalas a la máquina; de esa manera el material no se quedará en la lavadora y no afectará a los filtros de la misma.