En la comunidad Awa de El Baboso, Carchi, habitan 234 personas, que construyen sus casas en trabajo comunitario. Foto: José Mafla/ EL COMERCIO.
La comunidad indígena Awa de El Baboso, ubicada en el suroccidente del Carchi, cambió en los últimos cinco años.
29 familias construyeron sus casas a dos kilómetros del antiguo pueblo, situado en medio de un bosque subtropical.
Celia Taicuz, quien fue la primera en construir una de las cabañas, con maderas del sector y techo metálico, tomó esa decisión hace dos años, ante los riesgos de hundimientos del suelo.
Esa madre de familia, de 56 años, recuerda que en el 2009 ocurrieron deslaves que destruyeron parcialmente su vivienda. Manuel Taicuz, expresidente del poblado, recuerda el fenómeno que afectó a 33 viviendas en total y generó temor en los 234 vecinos.
Los técnicos de la Secretaría Nacional de Gestión de Riesgos explican que una falla geológica, que atraviesa el sector, provocó la formación de canales y grietas en la comunidad.
El evento obligó al Comité de Operaciones de Emergencia de Carchi a declarar en riesgo al sector. También recomendó que 33 familias fueran reubicadas inmediatamente.
Esa vez se encomendó al Ministerio de Desarrollo Urbano y Vivienda (Miduvi) construir 33 casas de ladrillo y cemento, para los damnificados de la comunidad Awa. Las unidades debían tener dos plantas y servicios básicos.El proyecto llamado Ciudad del Nuevo Milenio tenía un presupuesto de USD 577 500, explica Alfonso Castillo, director del Miduvi.
Pero no se concretó. Roberto Taicuz, dirigente de la comuna, comenta que una de las razones que desmotivó a los indígenas fue que consideraban que las casas -de 42,50 m2- eran muy pequeñas para sus necesidades. Sin embargo, Castillo comenta que ante la negativa de los afectados el bono de reasentamiento se revirtió al Estado -en diciembre último-.
“Cada casa tenía un costo de USD 17 500”. De ese monto, Castillo agrega que los beneficiarios iban a aportar como contraparte USD 900, que debían pagar en 15 años.
“Han pasado cinco años y ante el incumplimiento, los moradores iniciaron la construcción de sus propias casas con materiales tradicionales de la zona e invirtiendo sus propios recursos”, dice Roberto Taicuz.
Seis familias decidieron permanecer en el antiguo poblado, a pesar de los riesgos. En ese sitio también funcionan la escuela, el colegio, una extensión de la Universidad de Cuenca y un Centro de Capacitación.
Diariamente, los niños y vecinos del nuevo asentamiento retornan para asistir a clases y realizar sus actividades. Así señala Diógenes Taicuz, presidente de la comunidad.
La casa de Celia Taicuz, en donde habita con 10 hijos, está asentada en un predio de tres hectáreas, que fue expropiado por el Municipio de Tulcán, el 18 de mayo del 2012, tras un pago de USD 5 156, como consta en la escritura pública.
Roberto Taicuz explica que su vecina tomó la decisión de levantar su propia vivienda, luego que la comuna, en una asamblea, resolvió desistir de la intervención del Miduvi.
Celia Taicuz y 28 familias más emprendieron en la construcción de sus hogares.
Es una zona rural en donde no hay servicio de agua potable, alcantarillado ni energía eléctrica. Sus habitantes toman el líquido vital de una vertiente cercana y utilizan lámparas de diésel para alumbrar en la noche.
Los Awa construyen sus casas en minga. La tarea sigue.