Su actividad como cineasta ¿en qué medida está relacionada con esa libertad de expresión de la que tanto se habla?
Considero que el arte es la expresión más alta de la libertad. No hay ley, por más represiva que fuera, capaz de marcar contenidos o señalar formas para el arte. En el caso del cine, nadie más que el público me puede decir si le parece bien o mal lo que le ofrezco en la pantalla. Esto, naturalmente, no garantiza que el público tenga la razón. La puede tener o no, pero estará en su derecho de expresarla.
¿Está de acuerdo con una Ley que regule los contenidos de los medios ?
No entiendo cómo se pueden regular cuando el contenido, en lo que tiene que ver con la información, depende del hecho noticioso. Y, en lo relacionado con la opinión, depende del editorialista o comentarista. Creo que manejar la libertad de expresión, desde la perspectiva de los medios, conlleva sus riesgos, y es muy fácil caer en la desinformación y hasta en la calumnia.
¿Cómo evitar los riesgos?
Me parece que los periodistas deben hacerse responsables de las informaciones u opiniones que se emitan a través de los medios. Si se tergiversan los hechos, si se esconde información o se hacen aseveraciones calumniosas, con el consecuente daño moral a terceros, deberán responder penalmente por ello. La instancia para juzgar estos hechos deberá estar señalada en una ley específica.
¿En cine y televisión, también se deben regular los contenidos? ¿Bajo qué argumentos?
Bajo ningún argumento. Aunque, en el caso de la televisión, cuando maneja contenidos informativos o de opinión, corre los mismos riesgos de caer en desinformación y la calumnia.
¿En esos casos se necesitaría de un juez?
Los jueces son el público. Ese es el consumidor, el lector, el televidente. Pero los ‘ratings’ de sintonía no constituyen un juzgamiento. La alta sintonía de los medios de comunicación o demanda no significa que los contenidos están bien o son moralmente correctos.
¿Los productores de televisión, guionistas o periodistas no tienen la suficiente responsabilidad con sus contenidos, como para que alguien los controle?
Creo que también hay productores de televisión, guionistas y periodistas irresponsables. De hecho, hay una gran cantidad de basura que distorsiona la realidad, que lesiona nuestra identidad como pueblo, que denigra a los individuos, y me refiero a la que se emite, sobre todo, por la televisión. Eso, naturalmente, tiene que cambiar y debe ser regulado mediante ley.
¿Los medios y los periodistas no son capaces de autorregularse y mejorar la calidad de su trabajo?
No. Ya lo habrían hecho. Los medios son una instancia y los periodistas, otra. Sus intereses son diferentes, aunque no se los evidencie. No creo en la objetividad total ni en la inocencia de los medios. Alguna vez lo dijo el periodista Carlos Vera cuando se negó a entrevistar a cierto personaje de la política nacional: “Yo no puedo ser imparcial”, quizás no hayan sido estas sus palabras, pero el contenido es el mismo.
Entonces, al haber ese control, ¿cómo debería ser?
Me parece que habría que crear una instancia de cogobierno, con una equilibrada representación de los involucrados (público, emisores y Gobierno) para encargarle tal “control”. Sin embargo, esta palabra no creo que sea la adecuada, porque no se trata de controlar sino de regular. Es decir, poner determinadas reglas en el juego.
Con la Ley de Medios, el Gobierno pide un periodismo más serio. ¿Coincide usted que falta seriedad?
Me parece que no debemos generalizar. Conozco a periodistas serios y respetables en el país. No soy amigo de ninguno de ellos, pero los respeto, aún cuando no estoy de acuerdo con sus opiniones. Creo que es una gran aspiración lograr que la gran mayoría de periodistas sean serios y respetables.
¿No resulta peligroso para una democracia el hecho de que una instancia de poder tenga facultad para decir “Esto sí” o “Esto no”?
No creo que esta democracia esté en peligro, y menos por un proyecto de ley de comunicación o ley de medios. No nos olvidemos que los medios también son una instancia de poder.
Pero ¿le parece bien a usted que en una supuesta revolución, como proclama el Gobierno, se requieren leyes controladoras?
No creo en la supuesta revolución, creo en una cierta reforma. De manera que la ley en cuestión no me parece revolucionaria. En fin, toda ley conlleva su cierta dosis de represión, y siempre alguien se siente perjudicado con ella.