Las cuatro piezas de la reserva institucional, abordadas en el evento ‘Té arqueológico’ de la Casa de la Cultura del Guayas conducido por la arqueóloga Amelia Sánchez. Foto: Enrique Pesantes/ EL COMERCIO.
Una figura parece una mujer, por los apliques abultados en el tórax. Y a esa figurina sólida se le contrapone una que representa una cabeza humana con el extremo superior hueco, tubular. El orificio en medio de un tocado bífido puede ser la boquilla de un instrumento de viento (o aerófono).
Las figurinas -elaboradas y cocidas en pasta de arcilla, con modelados, líneas incisas, alisados y pulidos- hicieron parte de una charla del Té arqueológico, un espacio de difusión y reflexión sobre objetos del pasado ancestral del país de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Núcleo del Guayas (Cceng).
Las piezas fueron escogidas de la reserva arqueológica de la institución, por ser representativas de la variedad de figurinas antropomorfas (humanoides) que convivieron en el Período de Desarrollo Regional (500 a.C. a 500 d.C.) en la cuenca del Guayas.
Las investigaciones sobre las figurinas de la Costa apuntan a usos rituales variados. Habrían sido utilizadas sobre todo en rituales fúnebres, como ofrendas dejadas a modo de primera piedra en la base de las columnas de las casas o en curanderismo, arrojarlas al fuego como piezas de uso y desecho.
“Las interpretaciones que nosotros hacemos, me incluyo como arqueóloga, están colonizadas por nuestra vida actual”, indicó Amelia Sánchez, quien condujo la charla.
La arqueóloga Amelia Sánchez en la charla. Foto: Enrique Pesantes/ EL COMERCIO.
La arqueóloga destacó la iniciativa de volver útil la colección del Museo de Arte Precolombino Carlos Zevallos Menéndez, de la Cceng, “guardada por años, una apertura a ese patrimonio invisibilizado”. Y aprovechó el espacio para reflexionar sobre el coleccionismo, que hizo posible que tengamos acceso a las figurinas, pero es un acceso limitado, pues las falta de información sobre dónde y cómo fueron encontradas las despojó de un contexto arqueológico.
“Un par de estas piezas eran silbatos, tienen que haber tenido ese uso. Ahora, bajo qué contexto, no lo sabemos; pudo haber sido doméstico o ritual. El contexto de otras puede haber sido de uso ornamental, hay un montón de posibilidades”, explicó Sánchez.
Los datos cronológicos sobre el Período de Desarrollo Regional son laxos y suponen que abarcan alrededor de un milenio, pero son datos que están siendo revisados porque pudieron ser más extensos en términos cronológicos.
Según el arqueólogo Marco Suárez, quien preparó un texto de difusión para la charla, se considera que este período se define por la presencia de metal, el uso de construcciones de tierra, como camellones y tolas (montículos artificiales de tierra, probablemente como espacios para la práctica de ritos) y por la aparición de cacicazgos de alcance regional.