Confusas relaciones internacionales

Que el Régimen tenga como política la relación con todos los Estados del mundo es plausible. Durante mucho tiempo, la división bipolar del planeta obligó a los países a depender de uno u otro bloque geopolítico para sobrevivir.

Hace dos décadas esa situación cambió dramáticamente y quedó atrás la bipolaridad. Caído el Muro de Berlín, Estados Unidos asumió una influencia global y las naciones debieron reacomodar sus alianzas.

A inicios de esta década empezó a crecer la tendencia de romper la unipolaridad mediante acuerdos económicos, comerciales y políticos con la mayor cantidad de naciones, y en esta línea se fortaleció la tesis de la soberanía de cada Estado para decidir sus vinculaciones externas.

En Ecuador, la nueva Constitución convirtió esa posición en uno de los grandes postulados y el Gobierno ha intentado actuar en consecuencia al abrir nuevas embajadas y fortalecer relaciones con el más amplio abanico de regímenes, con prioridad a los Estados con cuyos líderes coincide ideológicamente.

No estaría errada un gestión en esa línea si no fuera porque esa actitud termina afectando al país cuando se toma distancia de ciertos foros y entornos internacionales que, según el Régimen, responden a estrategias alejadas de las tesis del socialismo del siglo XXI.

Como ejemplo, Ecuador es ahora parte de “un eje de resistencia al imperialismo yanqui”, con Ir{an y Venezuela, mientras mantiene disputas con países europeos y Estados Unidos por problemas de tipo comercial y tributario.

Despertar recelos y resentimientos innecesarios y afectar los intereses comerciales ecuatorianos no parece ser el mejor camino para concretar el postulado de mantener relaciones fraternas y productivas con todos los países.

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