Andrea Álvarez es la promotora de la iniciativa Transporte Los Chillos. El chat tiene por ahora 256 integrantes, todas mujeres. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
El tener que dejar el auto en casa un día a la semana ha servido de motivación para que las personas se organicen y encuentren alternativas de movilidad. El auto compartido es una de las más frecuentes. Quienes han empezado a utilizar esta práctica dicen que tiene beneficios complementarios, como gastar menos en combustible y compartir tiempo con allegados y vecinos.
Juan Diego Vásconez, de 26 años, es el promotor de una iniciativa de este tipo en Quito. Trabaja desde hace un año y medio en una dinámica de auto compartido, pero a escala nacional, con el fin de fomentar la cultura del ‘carpooling’. Ha creado varios grupos en redes sociales de personas que se movilizan desde Quito hacia otras ciudades. Con la entrada en vigencia de la medida Hoy no circula, decidió aterrizar la alternativa en la urbe.
Creó cuatro grupos para viajar al hipercentro desde varias zonas: San Antonio, Guayllabamba, Sangolquí y Cumbayá. En tres días, el grupo de Cumbayá tuvo 220 miembros, los otros se están consolidando.
La organización, seguridad y puntualidad son claves en el chat. En el momento, en sus grupos cada día comparten viajes tres o cuatro personas.
Los miembros pueden ser ingresados únicamente por los administradores y los participantes deben ubicar con claridad los puntos de encuentro, las rutas y destinos. Las personas postean la hora a la que saldrán, desde dónde y hacia dónde. Los interesados los contactan por interno. Están evaluando la dinámica para saber cuál podría ser el aporte económico voluntario para ayudar al conductor con la gasolina.
El 2 de noviembre lanzarán una aplicación en la que han trabajado por ocho meses, para optimizar este recurso.
No son los únicos que buscaron una salida a la restricción. En el valle de Los Chillos hay un grupo de mujeres que decidió crear un mecanismo para movilizarse seguras. María Isabel Idrovo, una de las usuarias, cuenta que se realizan distintos recorridos a partir de las 06:00, desde sectores como Sangolquí, El Tingo o El Triángulo hasta el norte, centro e hipercentro de Quito. También se trasladan hasta Tumbaco y Cumbayá.
Idrovo asegura -basándose en su experiencia- que el transporte público no es de calidad, por lo que tener un servicio solo para mujeres es una excelente alternativa.
Por pedir el aventón, las mujeres entregan a quien conduce el auto USD 1,50. Los infantes de hasta 3 años no pagan. Una carrera en taxi desde el valle a Quito cuesta de USD 15 a 20. La propuesta no tiene fines de lucro, sino de ayuda.
La iniciativa nació en febrero pasado, por lo que la actual restricción vehicular no les causó mayor inconveniente, al contrario, ha hecho que más personas muestren interés.
Andrea Álvarez, una de las líderes de la iniciativa, contó que el sistema nació como una alternativa para evitar las situaciones de violencia que las mujeres suelen enfrentar en los buses. Ella fue quien publicó en Facebook una convocatoria para crear el chat, y luego formó un grupo de WhatsApp.
Entre las reglas están que el grupo es exclusivamente para concretar la hora y el lugar de salida así como el de llegada, coordinar y confirmar los detalles del recorrido, y dar alertas de tráfico o calles cerradas.
Empezaron 80 mujeres, hoy son 256. Como esa aplicación móvil tiene un limitante en cuanto al número de integrantes, están trabajando en la consolidación de una plataforma en línea para que puedan unirse más mujeres. Allí las personas podrán registrar el auto, la ruta, los días y los horarios.
Para compartir el auto no hace falta impulsar iniciativas amplias, puede hacerlo en su círculo de amigos. Diego Proaño practica natación todas las mañanas, en el Club Regatas.
Los entrenamientos, a los que asisten unas 35 personas, empiezan a las 05:00 y terminan a las 06:30, por lo que debe viajar en su auto porque a esa hora no hay buses, pero desde que arrancó la medida Hoy no circula, su rutina se complicó.
Se reunió con otros deportistas que también viven por el norte y acordaron compartir el auto, ya que viajar en taxi les resultaba muy costoso.
Así, quien puede circular libremente, pasa recogiendo por las casas a quienes tienen impedimento. Aprovechan el viaje para conversar y hablar sobre el entrenamiento. Compartir el auto no tiene costo. Para organizar los viajes utilizan un chat grupal que crearon a inicios de año. La noche anterior, los deportistas que tienen restricción y que van a entrenarse, informan al resto para cuadrar quién los recogerá.