Elia Matilde García M.
Con gran interés he leído el artículo de Pablo Ortiz del 2 de abril: ‘Censo y precenso’.
Estoy de acuerdo con el articulista en que ciertas actitudes de este Gobierno se prestan para suspicacias y para pensar que existen intereses ocultos. Sin embargo, me parece grave que por una posición política distinta se ponga en tela de juicio un proyecto de importancia nacional como el censo.
No aporta en nada llenar de dudas procesos que sí mejoran nuestra vida. Los censos nos permiten contar con datos reales de las necesidades de nuestro país, dejando de lado las visiones a corto plazo de un mandatario que busca ganar votos .
Más allá de los intereses políticos particulares todos debemos coincidir en la necesidad que este o cualquier otro Gobierno ejecute el censo. Si ya el Estado va a invertir en ese proyecto, es nuestra obligación aportar para que sea exitoso, así como exigir después que los planes gubernamentales se ejecuten de acuerdo con las cifras que el censo arroje.
Clásico
Álvaro Terán Varela
Me parece que la señorita Marialuisa Cedeño imprime un marcado sesgo regionalista en su comentario respecto de si Barcelona-Liga o Liga-Barcelona es un clásico nacional. Concuerdo con Ribadeneira en el sentido de que por el momento este constituye el cotejo más llamativo por el contrapeso regional que existe. La cantidad no implica grandeza ni es seguro de que un equipo sea el mejor por ello. A pesar de esto, la señorita también parece estar desinformada por limitarse a ver por la pasión que siente por su equipo (cosa que no está mal) solo lo que de él se publique o comente. Me consta que Liga tiene hinchada en todas las provincias del país y en algunas ciudades incluso más que los equipos de aquellas. Con el respeto que se merecen los demás, creo que no ha existido ni existe un clásico nacional salvo los locales de Barcelona-Emelec en Guayas y Liga de Quito-Aucas en Pichincha.
Requisito innecesario
Jaime Ordóñez Pallares
Finalmente el tan anunciado pico y placa entrará en operación el 3 de mayo, luego de una larga espera que ha mantenido en expectativa a toda la ciudadanía y en especial a los conductores. Por información de prensa (EL COMERCIO del martes 6 de abril) se conocen los días correspondientes al último dígito de la placa, las horas de aplicación de esta medida, los vehículos y personas exentas de su cumplimiento, etc.. Los ciudadanos de la tercera edad deberán obtener un salvoconducto en las oficinas de la Emmop, lo cual hace suponer que tales ciudadanos con este documento podrán conducir libremente un vehículo cuya placa no corresponda a un día determinado. El Alcalde aclara que la restricción, (se entiende el salvoconducto), se aplica al conductor más no al vehículo, lo cual da a entender que el vehículo conducido por el ciudadano de la tercera edad debe tener una placa cuyo último dígito corresponda al día determinado, esto haría completamente innecesaria la obtención del salvoconducto. Adicionalmente, la Ley del Anciano prevé que el único documento que el ciudadano de la tercera edad requiere es la presentación de la cédula de ciudadanía, lo que hace innecesaria e ilegal la exigencia de obtener el salvoconducto. La noticia es muy confusa, por lo que se hace necesaria una aclaración urgente a fin de evitar interpretaciones y dudas.
¿Quién asume daños?
Édgar Jaramillo S.
Respecto de la versión de Carlos Gutiérrez, asesor del Ministerio de Educación, en respuesta al artículo del doctor Milton Luna, que afirma que se han hecho correctivos a las graves falencias encontradas en los 35 textos escolares de enseñanza básica, cabe preguntarnos ¿quién asume los daños infringidos a los educandos?, ¿quién paga la pérdida económica y el fraude hecho a los estudiantes? Preguntamos ¿cómo es que las autoridades dejaron circular textos que no respondían al currículo vigente? ¿Por qué si una veeduría ciudadana señaló los errores se seguirán usando los textos cuestionados hasta el 2011? Consideramos una bufonada que el asesor diga: “Procuraremos superar ese aprendizaje tradicional, directivo y memorístico”, criticado en los textos, cuando esa debió ser la línea de conducción desde un principio, para no incurrir en tan crasos errores en perjuicio de la educación.