La ubicación de La Carolina es una de sus virtudes: está cerca a parques, bancos, oficinas, comercios y más. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
No hay recetas infalibles. Lo que puede ser la solución para unos puede resultar antifuncional para otros.
En cuestiones inmobiliarias, las opciones se polarizan. En última instancia, se reducen a dos fórmulas. La primera es privilegiar la seguridad, una movilización eficiente y el acceso rápido a los servicios básicos, financieros, de abastecimientos y de distracción en los centros urbanos.
La segunda es decantarse por residir en lugares alejados de los hipercentros citadinos y, por ende, de las urgencias, apuros y sofocones que las metrópolis actuales llevan atados a su neurótica cotidianidad.
La solución, explica el Arq. Christian Wiese, fue encontrar en las periferias -en el caso de Quito, los valles aledaños- eso que es escaso en su damero urbano: aire puro, naturaleza menos contaminada, privacidad, seguridad, paisaje auténtico …
En otras palabras, vivir hoy en zonas como Pillagua, Cumbayá, La Viña, Lumbisí o Tanda es ver al estrés y al tráfago cotidiano como cosas lejanas.
Si a estos dos factores inmobiliarios se suma el ‘status’ que, según el sociólogo Simón Ordóñez, es esa búsqueda por reconocerse en un grupo social y económico determinado, entonces aparecen los barrios y zonas ‘tops’, que nacieron para albergar y dar cobijo a la clase económica más exitosa.
¿Cuáles son esos sitios en la capital? Según el portal inmobiliario regional Properati, en el Quito urbano este lugar lo ocupa La Carolina y su zona de influencia. Los precios: USD 1 650 por m² construido y, mínimo, USD 100 000 por un departamento tipo para una persona o una pareja sola.
Miryam Sánchez, expresidenta del Asociación de Corredores de Bienes Raíces de Pichincha, confirma a La Carolina en el lugar más alto de la escalera (hasta USD 2 100 el m² construido) pero la acompañan otras zonas igual de exclusivas, algunas con muchos años de alta prosopopeya, como el Quito Tenis, la González Suárez, El Pinar Alto, El Condado, Bellavista alto…
¿Cuáles son las fortalezas de La Carolina? Para Sánchez, es un sector de gran plusvalía, con el parque quiteño más completo a la vuelta de la casa. Con bancos, centros comerciales, cafés, restaurantes y más exclusividades al alcance de la mano.
¿El saldo en rojo? La inseguridad. Según datos del ECU 911, en todo el 2020 se atendieron 1 125 casos por robos, asaltos a transeúntes o a locales comerciales, entre otros.
La arquitectura de vanguardia le suma muchos puntos al sector. Un ejemplo es Le Parc, un edificio de uso mixto de 18 pisos de altura, siete subsuelos y tres tipologías (hotel, vivienda y corporativa), con prestaciones y ‘amenites’ como clubes de niños y jóvenes, coworking, piso club, piscina con fogatas, cine propio… Los precios en esta sumatoria de tecnología y servicios están entre los USD 2 800 y 3 300 por m².
Pero no solo La Carolina genera suspiros, sueños o envidias. El Quito Tenis no se queda atrás, afirma Iván Vallejo, más seguro que cuando escaló el Everest o el K2. El gran deportista, quien reside desde hace mucho tiempo en este barrio del noroccidente quiteño, rescata la seguridad, la calma y las prestaciones del lugar.
“Tengo dos parques a una y dos cuadras de distancia. Estoy a cinco minutos de la Plaza de las Américas y del C.C. El Bosque, donde abundan sitios de buen comer que, para mí, son esenciales porque son pretextos óptimos para socializar. Y hay cines, librerías… En fin, estoy cerquita de todo y eso mejora la calidad de vida”.
La convivencia en los barrios exclusivos emplazados en los valles, y que ya son parte del conurbano quiteño, tiene otras características.
Este despunte inmobiliario, explica Ordóñez, nació con la aspiración de las élites de buscar sitios menos agresivos que el tráfago citadino, casi insostenible, y privilegiar la exclusividad y la seguridad extremas, así como la naturaleza en su mejor expresión.
Entonces aparecieron “islas residenciales de altos estándares”, como La Primavera, El Arrayán en Puembo, La Viña de Tumbaco… Y más cerca en el tiempo Tanda y hasta Nayón. Un botón de muestra es, según Wiese, San Patricio de Lumbisí, proyecto que ya ha invertido USD 7 millones en vías, bulevares y parques y proyecta un gran desarrollo residencial.
Hoy, continúa Wiese, la vía a Santa Inés congrega las más costosas y exclusivas urbanizaciones del Distrito Metropolitano. Santa Inés, Meneses Pallares, Rancho San Francisco, Pillagua y la Vieja Hacienda se inscriben en esta órbita.
Los terrenos en esas zonas se cotizan entre los USD 700 y 800 por m² y las viviendas fluctúan entre 600 y 1 200 por m² construido. Pillagua es uno de esos diamantes inmobiliarios.
Es un pedazo de tierra ganado al cañón del río San Pedro y sus vías sinuosas y exuberante vegetación endémica lo vuelven único. El paisaje incomparable de su entorno geográfico completa su atracción.
Claro, todos estos reductos del buen vivir no han podido escapar a los efectos negativos de la pandemia. Como confirma Sánchez, los precios de los inmuebles han sufrido caídas del 30 y hasta del 40% en el hipercentro quiteño. Y el de los arrendamientos se ha depreciado hasta el 60%. Lo más preocupante, concluye, es que este difícil panorama se mantiene dada la iliquidez.