Ahora resulta que, para ser campeón en Ecuador, hay que ser serrano o, por lo menos, vivir en la cordillera de los Andes entre chuquirahua, sacos otavaleños y hornado.
Es el último invento de la marciana dirigencia de Barcelona, que pretende cortar su racha de frustraciones entrenándose seis meses en Quito. Su argumento: adaptarse al clima de los rivales, mayoritariamente residentes de la Sierra, para vencerlos en Ambato, Cuenca, Riobamba y Quito.
Pero cambiar yuca por papa y pescado por cuy no hará campeón a nadie. Como siempre, un torneo lo gana el equipo que mejor obtiene esa mezcla, precisa y escasa, de talento, preparación, mística, paciencia y suerte. Si todo fuera cuestión de la geografía, pues mejor hagamos que la Tricolor se entrene en Río de Janeiro para ganar todas las eliminatorias. Si todo pasara por los glóbulos rojos, Bolivia sería campeón del mundo y Cienciano sería eterno rey sudamericano.
Por supuesto, Barcelona sí tiene razones para estrechar sus vínculos con la Sierra. Su principal patrocinador es pichinchano. Su canal oficial es quiteño. Gran parte de la hinchada canaria está en la cordillera. El verdadero clásico del fútbol ecuatoriano es Barcelona-Liga. El amor por el ‘Ídolo’ palpita en los Andes. Venir a Quito por los hinchas es legítimo. Pero, para ser campeón, se necesita algo más: sentido común.