Hace 20 años, el mundo se puso en marcha para darle a los menores de edad el mismo lugar que a los adultos en la práctica cotidiana.
Trato justo a niños y adolescentes
En enero de 2003 se aprobó en Ecuador el Código de la Niñez y Adolescencia. En 2004 se creó el Consejo Nacional de la Niñez y Adolescencia que vela por el cumplimiento de ese código. Estos fueron producto de un movimiento mundial en favor del reconocimiento de los niños y adolescentes como sujetos de derecho, conocida como Doctrina de la Protección Integral a la Niñez. “Esta es un conjunto de principios ideológicos y filosóficos que nos lleva a pensar de una forma diferente a los niños”, explica Sandra Báez, del Consejo Nacional de la Niñez y Adolescencia. El primer gran paso para consolidar ese doctrina fue la creación de la Convención sobre los derechos del niño, aprobada en 1989 por la asamblea de las Naciones Unidas. Ahora se trabaja en el país para que se creen códigos de convivencia elaborados por los niños y los adultos en conjunto.Quién no recuerda la famosa frase “la letra con sangre entra”, que se decía para recordar el trato en el aula en el pasado y al mismo tiempo para condenarlo. Sin duda, ha reducido el maltrato físico pero el psicológico sigue siendo tan normal como lo era antes disciplinar a los hijos a correazos.
A muchos adultos puede sonarles a mito aquello del maltrato psicológico, porque ha sido una de las cosas más cotidianas en nuestra sociedad. Veva Yépez, psicóloga terapeuta sistémica, quien trabaja con niños y adultos explica que algunas de las formas más comunes de este tipo de maltrato hacia los niños es no saludarles, ignorar sus opiniones, decirles que su dolor no es nada o quitarle credibilidad a lo que cuentan.
“Los apodos, las ironías, el ridiculizarles en público: estigmatizarles”, agrega Sandra Báez, técnica nacional del Consejo Nacional de la Niñez y Adolescencia (CNNA). “Eso nos hicieron a nosotros, por esa forma irrespetuosa de tratarnos cuando fuimos niños se mina nuestra seguridad personal y nuestra autoimagen; nos vamos formando con la creencia de no valgo y surge una lucha por cumplir expectativas de otros”, concluye VevaYépez.
Esta psicóloga ejemplifica el trato desigual a los niños cuestionando qué sucedería si a otro adulto le tratáramos como a un niño. Esa es la clave de la propugna de los derechos de los niños: entender que no son inferiores sino iguales. Lo cual ha generado un movimiento adverso de adultos que considera que la aplicación de esta proclama significa la rebelión de los menores.
En ese contexto, seis instituciones (CNNA, Dirección Provincial de Educación, Consejos Cantonales de la Niñez y adolescencia, Infa, Plan Internacional y Fas Acnur) hicieron una alianza para capacitar a 6 500 maestros de Pichincha en el buen trato en el aula.
Sandra Báez explica que en los dos días intensivos de taller se trabajó primero en sensibilizar a los maestros. muchos de los cuales se sintieron identificados con sus propias violaciones de derechos como adultos. Después se trabajó en lo que Sandra denomina ‘la gran cancha’, es decir, el gran marco legal de los derechos de la niñez y adolescencia.
“Intentamos que los maestros pierdan el miedo al tema, porque este partió de mucha polémica”, dice. “Los maestros se sienten un tanto agredidos porque no todo es su culpa, desde el hogar el niño ya ha recibido maltrato y lo expresa en la clase”, comenta al respecto Adriana Estrella, técnica docente de la Dirección Provincial de Educación.
La terapeuta explica que un niño agresivo está lleno de resentimiento porque recibe ira. Al no poder enfrentarse a los adultos , normalmente la saca con sus iguales y es capaz de formar bandos de crueldad con otros niños, quienes al ser agredidos pueden volverse fuertes y sumarse para maltratar a otros o volverse sumisos.
Esto último es lo peor, dice Yépez, porque pierde su integridad, su valor como persona y la esperanza. Ese es el maltrato psicológico que solo se puede erradicar reconociendo que los niños, niñas y adolescente tienen demandas propias.
Por eso, como explica Báez, los maestros (y todos los adultos) deben conocer los derechos propios y reconocer los de los menores para que ambos puedan coexistir, sin que uno anule al otro.