David Villacís García
Mientras Fabricio mantiene contratos con el Estado por USD 80 millones, el ñañito opta por el silencio y no da la cara.
Esperaba que Rafael Correa, así como es tan bravucón para denostar a la prensa, insultar a las mujeres e inmigrantes o, incluso, entrometerse en conflictos internacionales y aparentar ser el Hércules de la política, de la misma manera afronte las consecuencias.
Rafael I se ha llenado la boca diciendo que él no conocía que su hermano mantenía contratos con el Estado; ¿qué clase de ingenuos nos cree?, ¿piensa que los ecuatorianos -salvo ciertos correístas- le creemos? En calidad de Presidente lógicamente conocía, de hecho así lo confirman personas cercanas a él, entre ellos, Manuela Gallegos, quien en declaraciones a la revista Vistazo dice: “Me consta cuánto Rafael frenó a su hermano (Fabricio)”.
Entonces, si es que supuestamente lo frenó (por lo visto, no), ¿por qué asegura que jamás conoció de los contratos?
La respuesta es clara: si antes el dueño del país era León Febres Cordero, ahora lo es Rafael Correa Delgado; así como el líder socialcristiano tapaba a su hermano Nicolás y a su yerno Miguel Orellana, de la misma forma Rafael intenta minimizar los problemas con su hermano mayor.
Lo que existe es un cambio de capataz, mientras los revolucionarios hablan de “cambio”.
Sin embargo, reconozcamos que Rafael Correa quiso pasarse de listo y dar la apariencia de ser diferente. De nada le servirá el show mediático y demagógico de supuestamente pelearse con su hermano –miren las encuestas de credibilidad y aceptación-, por la sencilla razón que en primera instancia cayó por su propia boca y ahora cae por su silencio: “el que calla otorga”. La involución ciudadana está en marcha…