Glenda ortega
Redacción Guayaquil
Las pruebas de sonido, las luces y los teatros le resultan familiares desde los cinco años. El pianista Boris Cepeda, de 35 años, considerado un niño prodigio, conoce muy bien ese ambiente. Creció con él y lo disfruta.
Tomé clases de piano a los cuatro años. Cursé mis estudios superiores en la Universidad de Bellas Artes de Bremen. A los 16 años me tocó decidir entre seguir en la
música, por la que me había sacrificado tanto, o estudiar alguna ingeniería. Opté por la música, aunque era muy riesgoso y tenía que estudiar fuera del Ecuador.
No tengo hijos y tampoco quiero, eso también es producto
de mi niñez. Nunca soporté los
chillidos de guaguas. Mi carrera tampoco me da espacio.El piano es su fiel compañero desde que a los cuatro años tomó sus primeras clases de música. Desde entonces, el instrumento se arraigó en su vida y le permitió tener una niñez diferente, aunque con poco tiempo para los juegos y los amigos. En esa misma etapa, el niño al cual los escenarios vieron crecer, forjó su independencia. Casi 30 años después conserva su buen humor y la “frescura” para llevar la vida.
A su paso por el Ecuador, Boris quien reside en Alemania desde hace 16 años, recuerda parte de aquel proceso que empezó a los siete años, cuando por primera vez viajó sin sus padres al exterior.
Hace una pausa del ensayo del Festival Internacional de Música que organiza en varias ciudades del país para recordar su infancia, con la alegría. “Siempre me daba tiempo para ser niño”.
Los escenarios y las presentaciones fueron ambientes muy comunes para usted. Pero ¿cómo transcurrió su infancia fuera de esos lugares?
Con clases de piano, ensayos y presentaciones en público quedaba muy poco tiempo para las actividades que se supone que hace un niño, pero yo siempre me daba tiempo después del colegio, aunque sea media hora, para poder salir y jugar fútbol en el vecindario. Ya en la adolescencia fue más difícil.
Fuera de los ensayos ¿cuál es el recuerdo de esa etapa que más llega a su mente?
Los momentos con mi familia son el referente inmediato y ciertas cosas del colegio. Pero especialmente, la vivencia con mis padres y hermanos son las cosas que más me marcaron.
¿Cómo veía ese ambiente que no era común entre los niños de su edad?
Como fui introducido desde muy temprano a este mundo del espectáculo y de las cámaras que te apuntan, para mí fue un proceso normal y hasta cierto punto no lo consideraba muy en serio. A los cinco años tuve mi primera presentación en un canal de televisión y ya salía en artículos de prensa, eso conduce a tener cierta popularidad pero para mí era relativamente normal. No me sentía más o menos famoso.
¿Recuerda cómo fue la primera vez ante las cámaras?
Claro, no sabía para qué tantas luces. Aunque no tenía nervios, lo único que no sabía era si mirar a la cámara o a otro lado. Eso me quedó como algo familiar también. Ahora veo luces y no me coge de nuevo, pero me hace recordar mis primeros pasos.
Con ese contexto, ahora que es un adulto ¿cómo ve su infancia?
Disfruté mucho ese tiempo y ya con más distancia creo que lo hubiera vivido igual a como sucedió, porque fue una niñez con muchísimas impresiones y movimiento. Conocí tanta gente y tuve muchas experiencias. Fue muy enriquecedor, aunque hay que reconocer que fue muy difícil. Pero ya estaba metido en esa onda y nunca hubiera renunciado a esa actividad.
¿Cómo sentía llevar el ritmo de vida de un adulto cuando apenas era un niño?
Al principio era difícil porque tenía mucha presión, casi no tenía tiempo ni para almorzar. Era algo extremo que antes no lo pude percibir como algo malo o bueno. Recién ahora me doy cuenta que fue disciplina con cierto tinte de tortura, algo que no replicaría con mis alumnos.
¿Te veías como un niño diferente?
No, porque siempre trataba de integrar al mundo a lo que yo hacía. Cuando había un espacio salía a jugar con mis vecinos y al mismo tiempo iban a mi espacio y tocaban el piano. Había buena interacción. También mis padres trataron de inculcarme que sea lo más modesto y sencillo posible.
¿Era un niño inquieto?
Era muy amigable, muy sensato y muy tranquilo. Ya en la adolescencia no tanto. También era muy independiente desde las cosas más simples, como pelar papas. Viajar al exterior a los siete años sin la compañía de mis padres me ayudó muchísimo para formar una personalidad más individual y poco dependiente de ellos.
¿Era bromista, juguetón? porque ciertos artistas son más bien retraídos…
Siempre, justamente soy conocido por tener ese lado, tomar el lado irónico de las cosas y molestar la paciencia. Tuve la suerte de tener una mamá muy jovial y que me transmitió esos genes. Nunca tuve problemas para conseguir o provocar una sonrisa.
¿Cómo hace para mantener esos rasgos hasta ahora?
Mis papás tuvieron dificultades entre ellos y esa tensión provocó que busque una especie de equilibrio. Desde pequeño me preguntaba cómo podía llegar a un equilibrio y creo que lo mejor es no discutir sino dialogar sobre un problema hasta encontrar la solución aunque demore más. Gritar nunca ayuda. Eso lo mantengo.