No se registró congestión vehicular en Guápulo debido a la restricción. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO
Tres, cinco, siete y hasta diez minutos: ningún auto pasa por los empedrados de Guápulo. Hace una semana esto era imposible. La vía era un camino rápido y económico para los conductores que se dirigían a la av. Simón Bolívar o los valles de Quito.
Ahora, la calle Camino de Orellana, que cruza un sector de Guápulo, donde hay mayor número de casas patrimoniales y llega a la iglesia luce tranquila y silenciosa.
Juana Alvarado, un mujer de la tercera edad, disfruta del silencio, porque asegura que es el único beneficio que le resulta de la restricción vial.
Según el plan del Municipio la calle Camino de Orellana ya no conecta con la Simón Bolívar pues la Germánico Salgado se convirtió en peatonal.
Ahora, los que utilizan la Camino de Orellana son los propios habitantes de Guápulo y los turistas y clientes de los bares que se ubican en ese sector.
Jean Guevara, dueño del bar Bocanada, también está feliz con la medida, pues hay menos autos, menos congestión y menos accidentes. “Antes se rozaban los vehículos por lo estrecha que era, también los clientes no tenían tantos parqueaderos”.
Sobre las piedras, la Alcaldía ha pintado los espacios que sirven para parqueadero, como si fuera una zona azul. También hay tramos en donde los agentes civiles de tránsito han establecido espacios prohibidos para parquear pues sirven para que los vehículos que suben o los que bajan usen para estacional momentáneamente mientras permiten que el otro conductor pase.
“Este es el único problema que todavía persiste, que los autos deben compartir la vía estrecha y cuando se encuentran dos vehículos, uno que sube y otro que baja, pues a alguno le toca dar retro”, comenta Guevara.