Jaime Ordóñez Pallares
Estamos presenciando el inicio de una nueva era en legislación, con la instalación del nuevo Congreso que ahora se llama Asamblea Nacional.
Se supone que la función de esta Asamble, será similar a la del Congreso que la presidió y que desapareció al instalarse la Asamblea de Montecristi, que se lo conocía como el Congreso de los Manteles y que hizo lo imposible por mantenerse vivo pero que no pudo obtener su objetivo y murió.
Estos organismos fabricantes de leyes, cuyos “auspiciantes” quieren tener la sartén por el mango para asegurar la aprobación de sus proyectos de acuerdo a su conveniencia, mueven cielo y tierra para obtener su control, recurren a conversaciones, alianzas, ofertas, promesas y componendas de toda índole con aquellos partidos que no son de su misma tendencia política y que podrían estar en la oposición.
Este tipo de gestiones y maniobras políticas han sido práctica común y corriente de todos los gobiernos sin excepción alguna y estamos viendo que para llegar a obtener la mayoría en la actual Asamblea Nacional, el sector gobiernista ha adoptado las mismas viejas y corruptas prácticas de siempre, incluso la partidocracia sigue en auge con la diferencia de que los partidos solamente han cambiado de nombre, o han aparecido nuevos partidos.
Todo parece ser lo mismo y lo mismo, con ligeras variaciones de forma pero ningún cambio significativo de fondo. Se espera que la labor de este nuevo organismo legislativo sea efectiva y no se limite a aprobar leyes por orden superior, sin mayor o ningún debate como en Montecristi y en el ‘Congresillo’ y con la consiguiente fatídica actuación de los “levantamanos”.