En mi santoral latinoamericano, los hay para todas las situaciones desesperadas o los empeños llenos de peligros imponderables. Ahí están Andresito Benalcázar, Gabriel Condorcanqui, Espejo, Bolívar, Manuela Sáenz, Montalvo, Juárez, Sarmiento, Martí, Alfaro, Sandino, Juan Puma de Vivar.
Como he llegado a la conclusión de que el único camino que tenemos los sudamericanos de llegar a la independencia efectiva es la integración, soy un devoto bolivariano, y como estoy convencido que tan solo en libertad, respetando la conciencia del prójimo, puede llegarse a la justicia social perdurable, soy un ferviente alfarista. Son los dos términos, bolivariano y alfarista, los que definen mi socialismo del siglo XXI y explican mis coincidencias y desacuerdos con el Gobierno.
Que el coronel Chávez sea un aliado de Correa en cuanto a integración y aprovechamiento, orientado al bien común, de los recursos naturales, me explico, de sobra. Que la experiencia venezolana en cuanto a servicios de inteligencia y seguridad haya sido aprovechada por el Gobierno ecuatoriano, lo comprendo. Que ante el cinismo de Uribe, Correa y Chávez hayan reaccionado de manera similar, lo justifico plenamente. En lo que no puedo estar de acuerdo por ningún concepto es en que Chávez se constituya en el tutor del Presidente ecuatoriano en campos relacionados con la libertad de expresión y la libertad de conciencia, en defensa de las cuales un beato que fue dictador, el General Enríquez, y dos de mis santos, Montalvo y Alfaro, saldrían de sus tumbas.
Lejos de mí el hacerle el juego a la oligarquía plutócrata que hasta ayer nomás nos gobernó y nos condujo al desastre nacional.
Pecaría si no dijera lo que pienso: tan solo a Chávez pudo habérsele ocurrido que la Ley educativa que ya rige en Venezuela lleve el propósito de ‘crear un hombre nuevo’, en esa fragua en la que los dogmas desconocen la naturaleza y condición humanas, como ocurrió en la ex URSS. Fue el ‘hombre nuevo’, producto del marxismo-leninismo, un monstruo que se engendró en la alta burocracia, la nueva clase social, el origen de mafias que aún hoy son un cáncer de la sociedad rusa.
Resulta de una mala leche asesina que a Chávez se lo considere representante del socialismo sudamericano del siglo XXI. Los razonamientos del Coronel en cuanto a libertades, productos deben ser de las malas compañías cubanas y de apologéticas arcaicas, como la que escribió Rangel, su ex ministro, ‘Del buen salvaje al buen revolucionario’, cuando ya se había publicado ‘La Alternativa’, de un disidente checo y la hubieran suscrito Gramsci y otros librepensadores del campo socialista. Debo ser optimista. La actitud de respeto a las conciencias, que la hemos cultivado por más de 100 años, señalará los rumbos del nuevo socialismo ecuatoriano.